Cada vez se habla menos de inteligencia (por lo menos, como todos la entendíamos) y más de talento. Es positivo que nos hayamos dado cuenta de que tan importante es nacer con unas capacidades intelectuales aceptables como que saquemos de nosotros mismos lo mejor.

Como dice J. Antonio Marina en su libro La educación del talento: “lo que nos interesa lograr es el Gran Talento, que nos permita utilizar bien nuestras destrezas y capacidades para dirigir nuestra acción hacia una vida lograda”.

Se observa cómo cada vez se habla más sobre el talento, pero sobre todo en el ámbito de la empresa, dónde se hace necesario buscar, detectar  y desarrollar el talento de los profesionales.

A mí me gustaría que también se empezara hablar de talento en el ámbito de la educación. Me parece fundamental que nos planteemos la necesidad de educar a nuestros niños en las escuelas, no solo poniendo el foco de atención en los resultados escolares, sino que nos propusiésemos sacar lo mejor de cada niño. Que educásemos con el objetivo de desarrollar potenciales en cada uno de ellos, porque así les estaríamos ayudando a desenvolverse con éxito en el mundo que les espera fuera.

Porque el talento, no es otra cosa, que el potencial que puede tener una persona en el desarrollo de un conjunto de habilidades y destrezas. Son características que se poseen (heredadas) o que se pueden desarrollar (adquiridas mediante el aprendizaje).

Para mí el talento, también es una manifestación de la inteligencia emocional, y pienso que la escuela es un espacio muy adecuado para desarrollar estas características personales.

En nuestras escuelas podemos enseñar a nuestros niños a que:

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    • Se automotiven.
    • Aprendan a controlar sus impulsos.
    • Pasen a la acción cuando tengan una idea.
    • Sean independientes y autónomos.
    • Se concentren en sus objetivos.
    • Tengan autoconfianza.
    • Sean asertivos y se relacionen satisfactoriamente con los demás.
    • Tengan capacidad de sacrificio y de esfuerzo.
    • Sean creativos.
    • Resuelvan sus dificultades diarias.
    • Sean realistas y positivos.

Ya Kant, el filósofo, decía: “Un principio del arte de la educación es que no se debe educar los niños conforme el presente, sino conforme a un estado mejor, posible en el futuro, de la especie humana; es decir, conforme a la idea de humanidad y de su completo destino”.

Ángeles Benítez Rey

Psicóloga y Directora del Área de Psicología de Grupo DICTEA

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