Esta monja, menuda y de espíritu incansable, desarrolló una vocación ejemplar por la enseñanza de los niños, sobre todo en las primeras etapas educativas. Para muchos alcalareños el recuerdo de ella está asociado a la persona que les enseñó a leer, escribir, sumar y restar en sus aulas.
Nació en Macotera (Salamanca) y hay siendo Hija de la Caridad llegó a Alcalá. Impartió sus primeras clases en el colegio de las Hijas de la Caridad en la calle Nuestra Señora del Águila, donde ahora está la residencia La Milagrosa y donde ha fallecido. Luego, cuando cerró el colegio realizó su labor en el parvulario abierto en la misma calle, en la esquina con la calle Blanca de los Ríos.
Su labor educativa le valió el reconocimiento de Alcalá en forma de una calle con su nombre, próxima a la residencia La Milagrosa, entre las calles Juan Abad y Conde de Guadalhorce. Fue además camarera de la Virgen del Rosario desde su bendición en 1965.
La capilla ardiente estará instalada durante este miércoles en la residencia La Milagrosa y el funeral tendrá lugar este jueves a las nueve de la mañana en la parroquia de Santiago el Mayor.
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