Hermandades - 15/04/2019
Día radiante para abrir la Semana Santa con los niños como protagonistas
LA CRÓNICA DEL DOMINGO DE RAMOS. "El día de los derechos del niño"
Autor:
Alberto Mallado
LA CRÓNICA DEL DOMINGO DE RAMOS.
Foto: Alejandro Calderón
El Domingo de Ramos es el día de los niños, una reivindicación de la infancia y sus derechos. El primero de ellos el de ser protagonistas de la mayor celebración del año, un derecho que es a la vez justicia para ellos y gozo para todos.

 

El derecho a ser bautizados en el rito de su estirpe, imbuidos de la túnica que los reviste de tradición para que sean eslabón de la cadena que los ata y los reúne con quienes los alumbraron, con quienes se esforzaron para traerlos a la vida. El derecho a aprender de las cosas de su pueblo y de su tierra, a ser de ellos. El derecho al asombro, a la sorpresa, a que haya jornadas que alumbran el calendario e iluminan la vida.  El derecho a tener cuando sean mayores los recuerdos de estos días luminosos. Y, al fin, el don de que su felicidad sea la forma que Dios elige para sonreírnos.

El día en Alcalá fue radiante, con un sol de esos que siempre se sueñan en el Domingo de Ramos y con un tanto de calor, que es el precio por disfrutar del primero. El terciopelo de los antifaces de las dos cofradías del día debió fue ayer un añadido a la penitencia de los nazarenos.

Y los niños fueron protagonistas. En San Agustín su espíritu imbuye toda la cofradía. La hermandad fue el primer sueño de adolescencia y de juventud de sus fundadores. Dejaron de ser niños para dar forma a la corporación que nacía incipiente bajo el espíritu de José Luis Portillo. Hoy son hombres, pero este día vuelven a aquellos días de sueños pujantes que su ilusión de hombres recién estrenada empujó para convertir en realidad. La hermandad ha crecido con ellos y hoy llega el momento de su esplendor. El de los brillos dorados del paso de misterio, el de los bordados del palio. Bellísima la Virgen iluminada por la luz que se cuela por la malla.

La Borriquita es la cofradía de los niños, de todos los niños. En su paso de misterio todo parece creado para su asombro, la presencia de la pequeña borriquilla, concesión de ternura y guía para sus miradas. También metáfora de la vida que se renueva. Al fin y al cabo el mensaje en el que todo nos insiste en esto días. Los niños que alaban al Señor en el paso son la representación de todos los que visten la túnica o aguardan el asombro en la calle. Su estampa y su alegría. Y sus madres al lado, que les habrán llevado de la mano hasta el momento y el lugar de la revelación, señalando un camino que será siempre, da igual la edad, la senda por la que volver a los días felices del tiempo sin tiempo de los niños.

Alcalá guarda el Domingo de Ramos entero para los niños. No tiene cristos muertos o dolientes para estos días. La angustia de la Oración en el Huerto para ellos es solo un rezo frente a la hermosa presencia del ángel alado (otro asombro). El olivo que representa el escenario de la traición, es árbol frondoso brotado en un lugar sorprendente (otra sorpresa) y los apóstoles dormidos un gesto que los hace humanos y le resta gravedad a la estampa.

También es para ellos el palio de la Virgen del Rosario, un encaje dorado y un fondo blanco. La luz dorada del sol sobre el lienzo blanco del atavío de la Virgen, sobre la cera y las flores. También sobre las capas de las túnicas que los niños, al moverse y sin saberlo, enarbolan como banderas de pureza. Luz, más luz.

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