Su trayectoria en los Judíos está magistralmente documentada por el actual hermano mayor, Vicente Romero, en el libro 'La ostensión de la Seña':

"..era un Cacucho en tercera generación. El apodo procede de su abuelo, que vivía en la calle San Miguel y daba portes con un carro tirado por un mulo; cuando subía estiércol por la pronunciada pendiente de la calle para abonar los huertos de las casas, obligaba al animal con la expresión: ¡ah, chucho!; tantas veces debió subirla que la constante llamada derivó en "Cachucho"; un apodo que heredaron sus hijos y nietos.

Antonio nació en Alcalá en 1955. Tenía vinculación con la Judea porque el capitán Francisco Ferrera Angulo estaba casado con una hermana de su madre. La Judea solía ensayar en los pinos y hacían parada en una taberna situada cerca de la cuesta de San Roque conocida como "la Viuda", allí su tío le propuso el tambor, pues sabía de su afición y conocimiento.

A los 23 años aceptó y buscó al "latero" (discípulo de Arturo) para que le enseñase los toques. Fue tambor desde 1979 a 1987, aunque durante estos años en ocasiones compartió la bandera con su hermano Manuel. En 1988 fue abanderado, y desde el 89 al 91 capitán; el último mando que recibió paga de la Hermandad. Consta su nombramiento en cabildo de 13 de febrero de 1989, donde acepta la responsabilidad y afirma tener completada la formación".

Cachucho nos deja estampas que son parte fundamental del imaginario histórico de la Hermandad y de la propia Alcalá de Guadaíra.

Con él se han ido, además, el relato de lo imposible y sin embargo creíble, el humor certero, la sonrisa hilvanada, la complicidad de cafés aprisa pero eternos en una taberna a pocos metros de un Puente sobre otro Puente. Se han ido la pelea, el afán de superación, un trocito de Alcalá. Se ha ido un Judío del Señor de Alcalá con un infinito legado de recuerdos imborrables.