Detrás de fenómeno viral hay una alcalareña ejemplar, muy querida en la ciudad y cuya vida fue un modelo de trabajo, sacrificio, amor por su familia y entrega a los demás, sobre todo del buen humor que derrochaba a raudales. María falleció hace unos días con 86 años. Siempre fue muy aficionada a leer las esquelas del periódico. Familiares y conocidos la recuerdan cuando iba a la playa y empezaba a leer el ABC por el final para ver esta parte. Una lectura que ella sazonaba con sus comentarios. Alguna vez lo había dicho, "hay que ver que el día que yo salga en una esquela no lo voy a ver".
Así que su familia quiso que esa frase figurase en su esquela. Cuentan que en el periódico se mostraron extrañados y los llamaron para confirmar que así querían que apareciese. Ellos explicaron que efectivamente era un homenaje que querían rendirle y que están seguro que a su madre le habrá encantado ver allí donde esté.
María Rodrigo es ahora conocida en toda España, pero ya era una persona relevante en Alcalá. No tuvo una vida fácil, perdió a su marido a los 55 años y fue un duro golpe porque se adoraban cuenta su familia. Su marido reía a carcajadas con sus cosas, recuerdan. Tenía tres hijos, Lali que ya se había casado, Alejandro Francisco, que vivían con ella. Le quedó una pensión muy pequeña y tuvo que trabajar duro para sacar a sus hijos adelante. Fue la encargada del bar de instituto Cristóbal de Monroy donde eran míticos sus bocadillos de tortilla. Muchos antiguos alumnos la paraban por la calle para recordarle lo buenos que estaban.
Era una excelente cocinera y tenía en su recetario platos míticos como las espinacas o las croquetas. Fue jefa de cocina en el hotel Oromana en la época en la que la selección española de fútbol hacía allí sus concentraciones y conoció a muchos jugadores. Ella les hizo el almuerzo el día del mítico 12 a 1 a Malta en Sevilla. Solía recordarlo y decía que parte del mérito de aquel triunfo era suyo. También la recuerdan muchos alcalareños porque durante 38 años fue la cocinera de los campamentos que organizaba el colegio Salesiano. En todas las personas que la conocieron dejó un hermoso recuerdo, el de una mujer trabajadora, que nunca perdió la sonrisa, ni el buen humor.
Así hasta su último día, cuando en su casa recibió la visita de sus familiares más cercanos, sus tres hijos, sus seis nietos, uno de ellos que está en Londres, habló con ella por teléfono y su biznieto. No esperaban su muerte, pero ese día todo se confabuló para todos decidieran pasar por allí y se llevaron el último y hermoso recuerdo de María, una mujer que hasta en su esquela regaló sonrisas.
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