Para ejercer la autoridad debemos establecer unas metas comunes para nuestra familia. A través del consenso, los padres priorizaremos cuales son los valores que consideramos más importantes transmitir y que límites fijaremos para las conductas contrarias a esos valores. Es importante comunicar a nuestros hijos las metas que nos hemos marcado y que ellos conozcan con la mayor claridad posible que esperamos de ellos y que consecuencias tendrá el incumplimiento de las normas. Existen normas que estimaremos como fundamentales y por tanto no son negociables, que constituirán la base del sistema de valores: el respeto, la honradez, el esfuerzo…, y otras que son más accesorias y susceptibles de modificar y/o negociar en función de las edades de los hijos y las circunstancias: horarios, gestión de la paga, tareas domésticas,...
No olvidemos que la disciplina, ese término a veces tan denostado, implica una instrucción sistemática para seguir un determinado código de conducta. Y debemos ejercerla con firmeza, pero también desde la razón y el afecto, no desde la imposición aleatoria del ordeno y mando. Para que nuestros hijos interioricen las normas, es necesario ser constante y ejercer la autoridad como padres, dedicándole el tiempo necesario y no delegándola en otras personas.
¿Cuáles son los errores que cometemos con mayor asiduidad en el ejercicio de la autoridad?
Para conseguir que la autoridad tenga un efecto positivo, os dejo algunas recomendaciones que espero os sean de utilidad:
Y terminamos con una cita célebre de Plinio el Joven: “No hay autoridad como la que se funda en la justicia y se ejerce por la virtud”
Rafael Alonso Guerra
Psicólogo y orientador escolar
Grupo DICTEA S.L.
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