Deportes - 17/04/2018
Es el único futbolista que ha ganado la Liga con el Betis y con el Sevilla. Ahora se cumplen los cien años de su nacimiento.
Joaquín Jiménez, un siglo de un alcalareño campeón de Liga
Autor:
Ángel Gutiérrez Oliveros
Joaquín Jiménez, un siglo de un alcalareño campeón de Liga
El Sevilla campeón de liga en el que militaba Joaquín, de pie segundo por la derecha
En la secular historia de los equipos de fútbol sevillanos por excelencia, el Sevilla F.C. y el Real Betis Balompié, tan solo un futbolista puede presumir de haber obtenido con ambos equipos el título de campeón de liga: el alcalareño Joaquín Jiménez Postigo, "Joaquín" en los terrenos de juego, un alcalareño del que celebramos el centenario de su nacimiento.

Alcalareño de cuna, pasó su infancia en el molino de San Juan, dedicado entonces aún a la molienda de harina, que su familia regentaba en la ribera del Guadaíra, en el Parque de nuestra localidad.

Sus cualidades deportivas le iniciaron a la práctica del fútbol en el alcalareño equipo del Once Diablos, de donde pasó al Betis, a cuya primera plantilla perteneció en la temporada 1934/35, en la que el equipo verdiblanco obtuvo su único galardón liguero. Si bien Joaquín no llegó a estrenarse en liga dada su corta edad, dieciséis años y teniendo en cuenta que tan solo se celebraban veintidós partidos en el torneo liguero y no se admitían sustituciones en los partidos, por el contrario, fue alineado en varios partidos en la Copa del Presidente de la República, denominación en aquel período histórico de la Copa de España, lo que acredita su pertenencia a la primera plantilla bética en la temporada de su entorchado liguero.

Al término de dicha temporada, aconsejado por su cuñado Ángel Oliveros, un padre para él, que veía como Sánchez-Pizjuán empezaba a sentar las bases del Sevilla F.C. grande de la década de los cuarenta, fichó por este, jugando aquella temporada, a sus diecisiete años, todos los partidos del Campeonato Nacional de Liga.

Desde 1935 hasta 1950 ininterrumpidamente formó parte de la primera plantilla del club de Nervión, siempre como titular, obteniendo el Campeonato Regional de Andalucía en las tres últimas ediciones que se celebró, 1936, 1939 y 1940, más las Copas del Generalísimo en 1939 (cuya final por una inoportuna lesión frente al Alavés en semifinales no pudo jugar) y en 1948, donde, como capitán del equipo, levantó el trofeo acreditativo de campeón. Como anécdota cabe reseñar que a la vuelta, antes de los actos oficiales en Sevilla, que se iniciaron con un paseo en coche de caballos desde la Cruz del Campo, el equipo fue recibido y agasajado en nuestra localidad y Joaquín, con la Copa de España en la mano, salió al balcón de la Casa Consistorial a saludar a sus coterráneos que en muchedumbre allí se agolpaban. Consiguió los subcampeonatos nacionales ligueros en las temporadas 1939/40, 1942/43 compartiendo alineación con los míticos “stukas” y 1950/51 y en la temporada 1945/46 se proclamó Campeón de Liga con el Sevilla F.C, jugando todos los minutos de la competición.

El 31 de marzo de 1946, en el último partido liguero del curso, celebrado frente al F.C. Barcelona en la Ciudad Condal donde ambos equipos se jugaban el título, la bizarra actuación de nuestro paisano junto a la de su compañero Juan Araujo (legendario delantero, recordado por sus goles, como el que dio el campeonato al club decano aquella tarde y por la irreal leyenda de la visita de Jesús del Gran Poder a su casa en el barrio de Nervión) pasó a formar parte de la historia del Sevilla F.C. por haber sido decisivas para sostener el ánimo del equipo ante el ambiente vivido en el estadio de Las Corts. De su generoso compromiso con su club dan fe sus palabras, al inicio de dicho partido, cuando, interpelado por un periodista sobre si las cinco mil pesetas de la época que el Sevilla F.C. había prometido a los futbolistas como prima por ganar el campeonato le motivaban, replicó: “las cinco mil pesetas las pagaba yo por ser campeones.”

Junto a estos triunfos colectivos, a título individual, cabe destacar en quién está considerado uno de los mejores laterales del club hispalense sus más de doscientos ochenta partidos en competición oficial jugados con el Sevilla F.C, pese a los tres años que esta no se dio por la Guerra Civil, a la ausencia de competiciones internacionales y a que los campeonatos de Liga de la época no excedían de veintiséis partidos. En estos tiempos, sus números, seguramente, se habrían duplicado, como mínimo. Fue convocado en varias ocasiones con la selección nacional absoluta, si bien no debutó por la escasez de partidos internacionales que nuestra selección jugaba entonces (no más de dos o tres partidos al año) y por el supremacismo de los equipos de Despeñaperros hacia arriba, que copaban las convocatorias españolas. En ese sentido, la prensa nacional llegó a reconocerlo como el lateral derecho que nuestra selección merecía. Así, en la edición siguiente  a un partido Real Madrid-Sevilla F.C. celebrado en Chamartín, el Diario MARCA decía textualmente: “Joaquín, medio derecha del Sevilla, mejor defensa de España”.

Pretendido por el club madridista y otros grandes, se negó siempre a dejar el Sevilla F.C. y en él colgó las botas al inicio de la temporada 1950/51. Por su trascendencia en el mismo, este le ofreció el puesto de segundo entrenador desde ese momento, el cual aceptó y simultaneó con el de preparador físico del plantel, si bien ese primer año el Sevilla F.C. le inscribió también como jugador por si era necesaria su presencia en el equipo, lo cual no ocurrió.

Once años se mantuvo como segundo entrenador, puesto que abandonó, cuando en 1961, su sobrino, Ángel Oliveros, dio el salto al primer equipo. Entendía que la ética le impedía ocupar ese puesto, formando parte su sobrino de la plantilla. Una actitud de otra época, denotativa de su rectitud, tan acreditada que en el vestuario sus compañeros cariñosamente le llamaban “Joaquinito Reglamento.” Después, continuó en el club en labores técnicas varios años más.

Socio compromisario del Sevilla F.C. y obligacionista del mismo, cuando se emitieron bonos para la construcción del Estadio Ramón Sánchez-Pizjuán, fue un deportista integral, que no cesó en su práctica hasta sus últimos días. Fue un adelantado a su tiempo por la importancia que daba a la preparación física.

En estos días hubiera cumplido cien años y bien merece el recuerdo de los alcalareños que lo conocieron y el conocimiento de las nuevas generaciones esta figura nacional que paseó el nombre de nuestro pueblo por los más nobles escenarios futbolísticos, que consagró su vida al deporte, donde tantos lauros cosechó y que fue el único futbolista de la historia que ganó el Campeonato de Liga de Primera División con los dos equipos de Sevilla. No estaría de más que su pueblo perpetuara con una calle la memoria de quién llenó una época del deporte sevillano.

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