La proclama de alcalareñismo de la hermandad de Jesús, comienza a desplegarse el Jueves Santo por la mañana, con los Judíos en la calle. Seguidos por una multitud. Cada año crece la expectación que los rodea y el séquito que los sigue. Atraviesan la ciudad entre el cariño de los alcalareños que los han hecho personajes del ideario colectivo. El nuevo formato con tres visitas a Santiago ofrece más facilidad para verlos, a la que vez que suma la ceremonia del cambio de guardia frente al paso de Jesús. Este año estrenaron capitán y ofrecieron una estampa inédita, su visita al Águila, que dejó instantáneas que faltaban en el álbum de fotos alcalareño, como el revoleo en el arco de San Miguel o el retrato junto a la patrona.
El rito toma cuerpo de nuevo en la noche. Con nuevos elementos que encajan a la perfección en la celebración, como el órgano que suena mientras Jesús avanza por las naves del templo. Con estrenos como el frontal dorado del paso y la policromía de la imagen de Santiago que va en la delantera. Piezas del monumental proyecto del nuevo paso, que avanzan en el lujo que será para Alcalá ver terminada una obra que añadirá un elemento patrimonial de primera fila a la ciudad.
Pero sobre todo el rito está hecho de permanencias, la imagen de Jesús recortada en la puerta de Santiago, su figura atravesando la Madrugada, donde a poco que se observe, se aprecia como se suceden encuentros entre los fieles que lo esperan y la dulce mirada del nazareno, la sombra de la cruz en las paredes, la figura de San Juan y la contenida expresión de su gesto que anticipa un drama del que todos seremos partícipes. Y la belleza de la Virgen del Socorro, teñida de dorado en la noche, azulada en la mañana, cambiante como la luz, con un semblamente que vemos evolucionar con las horas para hacerla tan humana que no queda otro remedio que seguirla para ofrecerle consuelo.
Permanece el Prendimiento, un eco de otros siglos, sobre las viejas piedras del Puente Romano, no puede ser más exacto el ámbito de la celebración. Y sigue inmutable el Calvario, con su representación del drama sagrado, en su justa medida, sin alardes innecesarios, como Alcalá sabe hacer las cosas. Cada año con más gente, el pueblo es cada vez más consciente de que tiene la oportunidad de vivir algo único y de encontrarse con su memoria.
Pasan los nazarenos, por la cofradía a lo largo de los años, del tramo de San Juan a las últimas parejas de los pasos y luego al lugar que ahora se reserva a los hermanos de honor en la iglesia para que puedan ver salir a su cofradía; pero la estirpe hace que permanezca la estampa de los nazarenitos de la mañana. Asoman por el Duque y quedan inscritos para siempre en la filiación de la Alcalá militante de sus tradiciones.
El rito reserva el final para el gozo. Campanilleros, cadencia, saeta y pétalos para la Virgen del Socorro. Se paseó en triunfo por su ámbito, el Duque y la calle Herrero, en la que supone una procesión de gloria, seguida masivamente, que sirve para cerrar el círculo. Jesús celebra la Pasión, Muerte y también a su modo, con la Virgen del Socorro, anticipa la alegría venidera de la Resurrección.
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