Hermandades - 31/05/2017
La Hermandad del Rocío de Alcalá ha recorrido la ciudad en una luminosa mañana para iniciar su peregrinación
Siete" ¡vivas!", un Evangelio
Autor:
Alberto Mallado
Siete
La mañana tenía una luz propicia para el encuentro con Dios, para el camino y la oración, para el cante y para echarse a andar en busca de la Virgen. Una luz radiante que redoblaba el esplendor de plata de la carreta del Simpecado. Los brillos esperaban en la puerta de San Agustín.

Dentro la misa de romeros, daba sentido a lo que vendría después. Fuera los bueyes quedaban ungidos a la carreta y su testuz se hacía estandarte de Alcalá, al coronarse con los frontiles que habrán de proclamar con orgullo de letras doradas el origen de su camino al llegar a la ermita rociera. Las flores con que se adornaba la carreta proclamaban la  primavera y florecían brillantes como hijas de la plata que adornaban. Los panes colgando en los varales empezaban a tornarse morenos de camino con el sol que les daba un color cada vez más parecido al albero.

Tras la misa, los romeros salen por la ancha puerta de San Agustín. Hacia la luz, hacia la vida. Este es el camino de la esta romería, siempre hacia la luz, siempre hacia la vida. Deseando pasos, pidiendo arena, añorando sevillanas en la garganta. Con el orgullo de una medalla en el pecho que será estos días refugio y bandera; recordatorio y bálsamo. Todos iban haciendo un círculo a la carreta, el primero de los que harán en estos siete días. En ellos, la carreta del Simpecado será el eje en el que bascule todo, el centro de un círculo de amor y devoción. Algunos buscaban la trasera, para también quedar ungidos a la carreta, atados por los nudos de sus  manos a la barra que será para ellos guía y asiento de su camino.

Tras los peregrinos, el Simpecado, en alto,  enarbolado como bandera de fe. Busca su asiento, el vástago al que quedará engarzado para recorrer las arenas. Se aprietan los pernos que lo entronizan y la garganta del prioste que tiene el privilegio de mirar de cerca a la Virgen chiquita se desgarra para colocar en el aire limpio de la mañana un evangelio condensado en siete vivas.

"¡Viva la Virgen del Rocío!" y responde la fe mariana que también va ungida a la esencia del pueblo andaluz. "¡Viva esa Blanca Paloma!", el Espíritu Santo toma forma, recreándose en la metáfora para alumbrar el misterio. "¡Viva el Pastorcito Divino!", y el Nazareno se reviste de estola de lana para oficiar la ceremonia del camino, por el que guiará a quienes quieren ser de su rebaño. "¡Viva la Hermandad del Rocío de Alcalá!" y se sella un pacto entre los presentes y Dios, un pacto de hermandad, que cumple el mensaje desgranado en el Evangelio.  Por dos veces, "¡Viva Alcalá!" para proclamar el orgullo de sentirse pueblo de Dios en este rincón del mundo. Ya está casi todo dicho, falta un viva que aquí es la Génesis de este Evangelio que queda flotando en el aire azul y que el pueblo juramenta con sus gargantas "¡Qué viva la Madre de Dios!". Y está todo dicho.

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