Hermandades - 13/06/2017
A cargo de Jaime Otero
Crónica de la IX Exaltación Eucarística de Alcalá de Guadaíra
Autor:
Francisco Burgos Becerra
Crónica de la IX Exaltación Eucarística de Alcalá de Guadaíra
Alcalá de Guadaíra celebró su IX Exaltación Eucarística, en el incomparable marco de la Capilla del Convento de Santa Clara. Como ya es tradición, la Antigua y Franciscana Sección alcalareña de la Archicofradía Sacramental de Adoración Nocturna Española, ha organizado este pregón de la Eucaristía como pórtico común a todos los cultos sacramentales que realizan las hermandades y parroquias alcalareñas.

En esta ocasión, el alcalareño Jaime Otero Gutiérrez, ha sido el pregonero, regalando a Alcalá un pregón lleno de fe, con los Sacramentos y la Palabra de Dios como hilo conductor, llevando a los asistentes al manantial de la verdad, del que siempre brota agua limpia, pura y fresca para saciar nuestra sed de la indiferencia y de la desidia. Indicaba que es ahí donde fehacientemente debemos de parar el tiempo y reflexionar, meditar y volver a levantarnos con más fuerza cada vez, porque ese manantial, no es otro que su Divina Majestad.

Fue un pregón que por su contenido y por su puesta en escena, hizo aflorar lágrimas, erizarse los vellos: algo especial denotaba la presencia del Señor. Fue muy aplaudido el pregón, y muy felicitado el pregonero por los representantes de Hermandades y de Vida Consagrada (Clarisas, Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl y Misioneras de Acción Parroquial), así como por los asistentes en general, entre los que se encontraba Concepción Lara Bascón, presidenta del Consejo Diocesano de Sevilla de ANFE.

Comenzó el acto con las Hermanas Clarisas cantando desde el Coro, el bello canto “Cantemos al amor de los amores”. Salieron de la Sacristía y tomaron asiento los miembros de la presidencia: el Arcipreste de la ciudad, Rafael Calderón García; Antonio Rivas Durán,  presidente del Consejo de Hermandades y Cofradías; Juan Jorge García García, presidente de la Sección Adoradora; así como los oradores: Miguel Ángel Galvarro Genisio, como presentador, y Jaime Otero, en calidad de pregonero. Presidía el acto, en el centro, desde el Sagrario, Jesús Sacramentado.

A continuación el presidente de la Sección adoradora tomó la palabra para decir unas breves palabras de bienvenida, palabras a las que siguió el canto “Oh, Buen Jesús”, también a cargo de la Comunidad de Hermanas Clarisas.

Seguidamente, tomó la palabra el presentador, Miguel Ángel, gran cofrade, a la sazón miembro de la permanente del Consejo de HH. y CC, que realizó una acertada presentación en la que se denotaba el afecto y admiración por el pregonero, hermano de su Hermandad Sacramental del Soberano Poder.

Las Hermanas Clarisas, interpretaron “Oh, buen Jesús”, y llegó el turno del exaltador eucarístico, quien comenzó con un exordio que iniciaba con la conocida frase “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra, paz a los hombres que ama el Señor” y nos llevaría al “Ego sum via, veritas et vita” (Yo soy el camino, la verdad y la vida). Comenzaría un recorrido vivencial por los sacramentos, comenzando por el Bautismo, el cimiento que nos abre a recibir el resto de los sacramentos.

Señor que hiciste de aquel niño

un siervo, hijo tuyo,

que se convirtió al cristianismo

por el Bendito Sacramento del Bautismo.

 

Mostró la importancia de la familia en la relación estrecha y especial con la Iglesia, con la comunidad cristiana. Mostró la importancia de la Catequesis, la profundización en el mensaje evangélico para educarnos en la fe. Habló del sacramento de la penitencia, confesión o reconciliación, y cómo el horizonte de la catequesis es la Comunión.

 

La siguiente parte del pregón, siguiendo la Palabra, vendría marcada por la frase del Señor: “Ego Sum Panis Vivus” (Yo Soy el Pan Vivo). Recordaba las vivencias como niño, las preguntas sobre quién es Jesús y dónde podemos encontrarlo. Y en verso recitaba cómo lo fue descubriendo en el camino de la Cruz, cómo lo vamos conociendo a través de su madre, la Virgen María.

 

“Dejad que los niños se acerquen a mí”.

Sabias palabras del Mesías.

Ellos muy pronto lo irán a descubrir

entre sus imprudencias y algarabías

en el Sacramento de la Eucaristía.

 

Participemos de la consagración

Y embriaguémonos de la homilía.

Sintamos el memorial de la muerte y Resurrección.

Acojamos en el corazón esta gracia

para el resto de nuestros días.

 

Vamos a abrir los ojos.

Quedémonos con lo verdaderamente importante:

“Este es mi Cuerpo entregado por vosotros

y este es el Cáliz de mi Sangre”.

 

El pan y el vino,

Verdadero Dios y verdadero Hombre.

Ahí se manifiesta Dios vivo,

Jesús Sacramentado es su nombre.

 

No hay mayor grandeza,

Hostia pura y santa

Que en la Eucaristía se muestra

para gloria y alabanza.

 

Huyamos de lo ostentoso,

de la trivial holganza tan codiciada.

El mayor de los regalos

es recibir a Dios Todopoderoso,

con la bendita forma

de la Hostia Consagrada.

 

A partir de ese momento, el niño de la historia, que es el propio pregonero, se hace caminante para seguir el viaje por los caminos inescrutables del Señor, dejando atrás la ingenuidad de su edad temprana para incorporarse al difícil y comprometido mundo de la adolescencia. Y manifiesta que la inagotable catequesis que nos regala Jesucristo, va calando en lo más profundo de nuestros corazones y acabamos postrados ante su Divinidad, rindiendo pleitesía y festejando el sacramento de la Confirmación.

 

Por este sacramento,

el bautizado se fortalece

y la gracia divina nos va aliviando.

Se logra un arraigo más profundo y fuerte,

con el don del Espíritu Santo.

 

Nuestra Señora Reina de los Ángeles

que  sigues cada uno de nuestros pasos.

Bendita Madre de Consolación

que nos otorgas el amor infinito desde tu regazo.

 

Señora de Gracia del género humano,

Reina de adoración de nuestros hermanos,

que cuidas y mimas a tus pies,

a Dios Sacramentado.

 

Amor confirmado

Amor en la Comunión,

Amor renovado,

eterno amor de Dios.

 

Amor en tus palabras.

Amor en cada oración.

Tu amor es la esperanza,

para amar con la constancia,

de morir por amor.

 

Amor por penitencia.

El amor es el perdón.

De amor está repleta tu presencia,

Porque amor es tu grandeza.

Alabado sea el Señor.

 

La siguiente parte del pregón estaría marcada por la frase del Señor: “Ego Sum Lux Mundi” (Yo soy la luz del mundo).

 

En esta parte manifestó la presencia constante, perseverante, valedora y benefactora del Señor en nuestras vidas. Expuso que en la sociedad en la que vivimos, los cristianos, tenemos que defender la existencia de su Divina Majestad, luchar contra la indiferencia y la desconsideración de unos cuantos desarmados y desalmados que se alarman y se sienten más amenazados, por ver como hay personas que sostenemos el Evangelio en la mano, en lugar de una pistola.

 

Habló sobre los hermanos que son perseguidos, maltratados, humillados y derraman su sangre hasta el punto de perder su vida, solo por gritar a los cuatro vientos que tienen y tenemos presente en todo momento a Dios vivo entre nosotros.

 

Advierte que precisamente en la desventura y la fatalidad es cuando más vigente tenemos que sentirlo y adorarlo. Cuanto más lejana parezca que se encuentra la luz de su presencia, menos tenemos que dudar de su infinito amor misericordioso.

 

Por favor hermanos,

Actuemos según su doctrina

Y presumamos de ser cristianos.

Ensalcemos y alabemos sin reparo

a la Hostia Santa, Pura y Divina.

 

Sus versos fueron dedicados a la celebración de la Solemnidad del Corpus Christi, hablando a Alcalá de la Función de Jesús Sacramentado, del Corpus Christi de Santiago el Mayor, de fervor y tradiciones.

 

Hermandades Sacramentales,

fieles y devotos que vienen a acompañarte

entre un mar de plegarias y estandartes.

Muestras tu omnipotencia

en cada uno de los altares.

 

Espigas de trigo convertidas en pan.

Fruto de la vid transformado en vino.

Sobre un paso, su Divina Majestad

y juncias para adornar el camino.

Cantemos al amor de los amores,

Cantemos al Señor.

Seamos fieles adoradores,

Leales por amor de Dios.

 

Reverencias a la Sagrada Forma.

Ante nuestros ojos la inmensa Gloria.

La magnificencia nos desborda

al paso de la bendita Custodia.

 

Rezos, peticiones y desconsuelo.

Llantos, emociones y desvelos.

Postrados de rodillas rogamos compasión,

la gracia y el perdón,

con los brazos abiertos mirando al cielo.

 

Origen de la realidad,

hontanar de pureza,

fruto de la solemnidad.

Nadie más que su divinidad

refulge de grandeza.

 

Tú eres el que todo lo puede.

Omnipresente, inconmensurable y rotundo.

El pastor que a su rebaño cuida y quiere.

Tú eres la luz del mundo.

 

Habló también de la fe popular, de cómo nuestras advocaciones son sin duda el primer pilar al que nos aferramos y que sostienen nuestras creencias. Habló de la importancia de las Hermandades Sacramentales y la cercanía de nuestras advocaciones que nos sirven principalmente para entender y conocer la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo nuestro Señor.

 

Dedicó bellos poemas a describir cómo la gloria del altísimo habita en el seno de las Hermandades Sacramentales.

 

 

Aleluya, Aleluya.

Alabado sea el Santísimo.

Cristo Rey entra en Jerusalén

de nuestros corazones,

montado en su borriquita,

para regarnos con su impronta felicidad

y bendecirnos con su Bondad infinita.

 

Nos colma cada Martes Santo

con el  Santísimo Sacramento Franciscano

en su divino Perdón,

siendo testigo este bendito

convento de Santa Clara,

donde cada año se fragua

el glorioso amor del Señor Crucificado y las hermanas.

 

En un barrio muy alcalareño,

nace de un sentimiento,

la presencia de su Divina Majestad

que nos muestra su Soberano Poder

en manos de la cálida y dulce doctrina

de la Fe, Esperanza y Caridad.

 

Las campanas de San Sebastián

nos convocan a que recemos al Amor.

Recemos al amor

que yace en la cruz

con esa estampa tan majestuosa y pura

ante la mirada atónita

de su bendita Madre,

que a su lado llora de Amargura.

 

Y al cruzar el puente,

a las claritas del día,

aún te sobran fuerzas todavía,

para soportar la cruz del pueblo,

caminando cabizbajo

hasta el monte Calvario,

Jesús Nazareno Sacramentado

soporta por voluntad del Padre

el peso de nuestros pecados.

 

También habló de la importancia de celebrar la Pascua de Resurrección. Habló sobre ese tiempo infinito orientado a crecer y a permanecer en Dios, donde hemos comido su Cuerpo convertido en pan y bebido su Sangre transformada en vino en la celebración de la Eucaristía, donde hemos comprobado la voluntad del Padre, donde el Señor nos entrega a su madre como Madre nuestra, donde sus fieles discípulos lo dejan todo para seguirlo y al final contemplan que Jesús vence a la muerte, muriendo en la cruz para salvar al mundo y resucitar a la diestra del Padre.

 

Y finalizaba su exaltación eucarística  con otra frase del Señor: “Ego Sum, Alpha et Omega” (Yo Soy Alfa y Omega, el principio y fin).

 

Exhortó a los asistentes a ser misericordiosos a la hora de hablar de Dios, a sentir la necesidad imperiosa de su protección, a vivir con la tranquilidad paterna de su presencia, a opinar con cautela sobre la grandeza de su excelencia, a pensar, defender y predicar que Dios está vivo y vive entre nosotros.

 

Vive para quererte.

Y quiere vivir latente,

viviendo en nuestros corazones.

Vive para siempre,

porque Él es la vida

después de la muerte.

 

Es vida en la más terrible pobreza.

Vive en el amor misericordioso.

Vive por nuestra vida en la tierra

y en los cielos es Dios Todopoderoso.

 

Vive para ser el bien sobre todo mal.

Le ley de vida de todo cristiano.

Nuestra protección celestial,

Bendito sea Dios vivo,

Jesús Sacramentado.

 

Vive en la Eucaristía.

Viviendo en cada momento,

manantial de sabiduría,

vida plena en los sacramentos.

 

Vive y siéntelo a diario.

Viviendo perseverante en su doctrina.

Es vida en el sagrario,

y vive en la Hostia Pura, Santa y Divina.

 

Bendita Forma

que nos regala la vida,

para vivir siendo hermanos.

Viviendo en la lucha cada día

Para vivir libres de pecado.

 

Vive en María Santísima,

llena eres de gracia,

camino que nos acerca a la vida,

para seguir viviendo en alabanza.

 

Vive en la infinita humildad.

Es vida para aquel que no puede.

Vivió, vive y vivirá

para dispensar su bondad

Y darle vida al que da lo que no tiene.

 

Viven en el llanto

desconsolado de un niño

y vive contra el hambre y la sed.

Nos invita a vivir

Desde el amor y el cariño

y por más que la miseria quiera,

jamás conseguirá

alejarnos de vivir en la fe.

 

¡Y hermanos!

Vive en la angustia de la gente.

Vive por encima

de creencias malentendidas.

Vive sobre el temor y el dolor.

Vive en las muertes inocentes

de manos cobardes y asesinas,

confundidas con un falso Dios.

 

Vive en la familia,

pilar fundamental de nuestra Iglesia.

Es la vida que apacigua

las vicisitudes y controversias.

 

El Bautismo es vida,

Vida cristiana que se estrena

para vivir celebrando su bienvenida

viviendo una vida plena.

 

Plena es la vida con la comunión,

Viviendo siempre en armonía

Sentados en la mesa del Señor

para vivir de la Eucaristía.

 

Vida es el Cordero de Dios,

Entregando su cuerpo y sangre.

Vivir para recibir el perdón.

Viviendo siempre junto al Padre.

 

Vivir confirmando la fe.

Viviendo para confirmar

que Él es quien es

y es su Divina Majestad.

 

Porque Cristo vive

en cada uno de nuestros corazones.

Su Excelencia nos pide

que seamos sus seguidores

y fieles adoradores.

 

Vida es la Hostia Pura y Santa.

Vida es la Sagrada Forma.

Postrémonos a sus plantas

que sus bendiciones nos colman.

 

Que Dios está vivo

y mi fe será testigo.

Que Dios está vivo

y en mi alma lo cobijo.

 

Que Dios está vivo

por los siglos de los siglos.

Que Dios está vivo,

por nosotros, por sus hijos.

 

Que Dios está vivo.

Que Dios ha resucitado.

Que Dios está vivo,

para limpiarnos de pecados.

 

Que Dios está vivo

que Dios ha resucitado.

Que Dios está vivo

y permanece siempre a nuestro lado.

 

Que Dios está vivo.

Que Dios ha resucitado.

Alabado sea el Santísimo.

Alabado sea Jesús Sacramentado.

 

Finalizó el acto con todos los asistentes, incluidos los miembros de la presidencia, vueltos hacia el Señor, cantando “EL GRAN CONVITE”.

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