Un cortejo en el que se incluye tres pasos y la custodia, junto a representaciones de hermandades y entidades religiosas que este año han crecido en número de forma considerable, siguiendo la tendencia de las últimas ediciones. A todo ello hay que sumar la colocación de altares por parte de hermandades y particulares. Este año han sido más abundantes y la sana competencia hace que resulten de gran nivel. A muchos les va perfecto el calificativo de monumentales. Parece incluso que empieza a surgir un cierto estilo propio de Alcalá en estos altares. Varios se conciben como un gran retablo que aprovecha la fachada completa y que alcanzan las dos plantas de altura. Digno de alabar el gusto de todos ellos y el esfuerzo de su montaje. (En la galería de imágenes pueden verse todos ellos).
Un esfuerzo colectivo en el que se percibe cariño a Alcalá y a sus cosas y ganas de engrandecer la ciudad. El contrapunto a esta hermosa conjunción de esfuerzos está en el Ayuntamiento, que ayer no estuvo a la altura. Más bien estuvo muy por debajo de un mínimo respeto por una fiesta que implica a muchos ciudadanos alcalareños. Es “costumbre” que ninguna representación municipal figure en el cortejo (aunque un concejal lo haga en la representación de su hermandad). Pero ayer además nadie se molestó en colocar en el balcón de la Casa Consistorial al menos la colgadura para los días de gala de que dispone. La aconfesionalidad de la administración no es justificación, porque el mismo balcón suele engalanarse para el paso de otras comitivas religiosas. Desde el Ayuntamiento aclaran que a la persona encargada de colocarla se le "olvidó" hacerlo.
Siguiendo con los contrapuntos, si los altares nos permiten recrearnos en las calles del centro, y la restauración de Santiago pone marco de lujo a la salida y la entrada; la procesión también saca en su recorrido algunas vergüenzas de la ciudad. Por la calle José Lafita discurre entre casas abandonadas con techos desvencijados y paredes a punto de venirse abajo. Por Alcalá y Orti atraviesa solares vacíos o a medio construir también dejados a su suerte y en la Plaza del Derribo tiene de fondo la antigua comisaría llena de andamios para que no se venga abajo.
La procesión del Corpus crece y gana “solera”. Parece propia de uno de los pueblos monumentales de la Campiña donde la fiesta no ha perdido el esplendor con el paso de los siglos. En ellos mantienen lo que tienen. Lo de Alcalá tiene mucho mérito porque se trata de “reinventar” una fiesta. Y ha sabido hacerlo con muy buen gusto.
La imagen de Santa Clara del primer paso gana mucho de la forma en la que iba ayer vestida. La hermandad del Perdón se encargó de llevarla. La talla de San José que portó la Agrupación Parroquial del Rosario de Santiago es de buena factura y la Inmaculada de Santiago de la que se hacer cargo la Amargura, es una de las obras más hermosas del patrimonio alcalareño. El sol permite recrearse en la delicadísima ejecución de su rostro. Para la custodia podría añorarse una de las monumentales piezas de orfebrería con las que cuentan localidades de nuestro entorno, pero esta cumple su función de forma muy digna.
El cortejo con representaciones muy abundantes. A las hermandades se suman los niños de comunión, la juventud del Santo Entierro, la Adoración Nocturna, la Archicofradía de María Auxiliadora, los niños seises de los Salesianos, la coral o los niños acólitos de la Amargura, para engrandecer la jornada.
El volumen de público se mantiene en un número aceptable, pero que debería crecer para que el engrandecimiento de la fiesta sea completo. Pero la impresión que deja la calurosa mañana es la de una celebración muy hermosa y cargada de sabor antiguo a pesar de su corta existencia en el formato actual.
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