Opinión - 05/02/2016
"Alcalde y diputado (y no es Gutiérrez Limones)". Pablo Romero Gabella
Autor:
Pablo Romero Gabella

Hasta la fecha tenemos un alcalde que además es diputado en el Congreso. Sin embargo, esta situación no es nueva en Alcalá. Fue el caso de Juan Manuel Cabello de la Vega (1824-1888), el primer alcalde democrático de nuestra localidad al ser elegido por sufragio universal masculino en 1869. Nacido en Medina Sidonia (Cádiz) y tras estudiar en la Universidad de Sevilla, llegó como farmacéutico a Alcalá en la década de 1850 y se casó con Dolores Gutiérrez de Alba, hermana del escritor José María. Junto con éste y sus hermanos Joaquín y Francisco, lideró al partido progresista y más tarde al Partido Republicano Federal. Tras participar entusiastamente en la Revolución de 1868 que destronó a Isabel II, comenzó una notable carrera política que le llevaría a ser alcalde, diputado provincial y diputado en las Cortes desde 1869 a 1873. Compatibilizó su cargo de alcalde con el de diputado hasta 1870 cuando ambos cargos fueron declarados  incompatibles por ley. Su trayectoria pública terminó en la efímera I República en su efímero cargo de Gobernador Civil de Toledo en 1873. Terminó su vida en Madrid convertido en una personalidad respetada por los republicanos y siendo uno de los más cercanos al emérito líder federal Pi i Margall.

En su vida como diputado destacó por su oratoria sentimental y arrebatada, no exenta de golpes de humor, muy propia de la época. Su primera intervención fue a los pocos días de comenzar su trabajo las primeras Cortes democráticas en España, las Constituyentes de junio de 1869. En su primera intervención interpeló ni más ni menos que al hombre del momento, al general  Prim, por entonces Ministro de la Guerra.  De esta forma se presentaba: “No vengo, Señores Diputados, a tomar plaza de orador entre vosotros; carezco, completamente de cualidades para ello; pero no puedo resistir el impulso de mi corazón consagrado a la causa revolucionaria. Durante todo su tiempo como diputado no desaprovechó ocasión para hacer profesión de fe de su republicanismo: “Yo que soy republicano, y republicano de corazón, que he perdido todo cuanto puede perderse, sin excluir la salud de mi pobre esposa, no solamente por defender la idea republicana, sino por el bien de todos los hombres libres, vinieran de donde vinieran..”. A su republicanismo unía su anticlericalismo:  “Yo soy un republicano gratis; no tengo más aspiraciones que la de ver feliz a mi Patria, la de calmar los dolores de la humanidad, la de sustituir la sonrisa a las lágrimas, y por eso digo, ¿no podrán ser de la misma opinión los Arzobispos, Obispos, canónigos, beneficiados y curas”. No obstante de esto último, él se declararía “cristiano y caballero”.

Otra de sus preocupaciones era lo que por aquel entonces se denominaba “cuestión social”, demostrándolo con su visceral rechazo al reclutamiento obligatorio que recaía fundamentalmente en los más pobres. Otra prueba de ello: “Señores Diputados; es preciso que comprendáis que mientras nosotros pisamos aquí ricas alfombras, la mitad de nuestros conciudadanos no tienen zapatos”

Su oratoria nos puede sonar hoy vetusta y sentimentaloide, pero otras de sus  afirmaciones son interpelaciones tan válidas tanto en su tiempo como en el nuestro. Es el caso de aquella:  “Creía que ser Diputado era otra cosa; creía que se venía aquí a decir la verdad; pero es precisamente lo que no se ve aquí”. Y acabemos con esta : “¿no tenemos los hombres políticos el deber de cumplir aquello que decimos al pueblo que vamos a hacer?”

Pasados más de 140 años de estas palabras, no sabemos si nuestro, por ahora, actual alcalde y diputado tendrá oportunidad de dejar testimonios como los que dejó para la posteridad su honrado antecesor.

 

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