Actualidad - 02/10/2017
Hace diez años una tromba de agua y la riada que generó causó dos muertes en Alcalá. El terrible suceso alumbró episodios de heroísmo entre los alcalareños
Crónica de un día fatídico y lleno de heroísmo
Autor:
Alberto Mallado
Crónica de un día fatídico y lleno de heroísmo
La crónica del fatídico 2 de octubre de 2007, está llena de recuerdos dolorosos, pero también de historias de heroísmo. Fueron muchas las personas que con su arrojo literalmente salvaron la vida de sus conciudadanos configurando un mapa de episodios de valor y entrega a los demás que debería quedar como un motivo de orgullo para generaciones venideras.

La crónica de la tragedia comienza sobre las ocho y diez de la tarde. A esa hora comenzó a descargar con una fuerza inusitada. Al agua se sumó el granizo y en apenas 20 minutos sucedió el desastre. Desde las zonas altas de la ciudad toda el agua caída bajaba hasta el centro. La calle Mairena o La Plazuela se convirtieron en ríos que desembocaban en la calle Nuestra Señora del Águila. La altura del agua comenzó a elevar los coches, que empezaron a navegar por el río en el que se había transformado la calle. A la altura de la oficina de Ocaso los coches comenzaron a amontonarse. Más de treinta encajados entre ambos lados de la calle conformaron una muralla que hizo de dique al evitar que el agua siguiera corriendo hacia abajo. El río se convirtió en lago y en los bajos de comercios y viviendas el agua comenzó a subir de nivel hasta alcanzar el metro y medio. En uno de los vehículos falleció una de las víctimas, María Adán, de 35 años y madre de dos hijos. Era de Jaén y estaba en Alcalá trabajando como profesora. La otra víctima, Pastora Hermosín, de 80 años, fallecía en su vivienda de la calle Pérez Galdós a causa de un infarto producido por la ansiedad de ver como su casa se anegaba de agua.

Las escenas de histeria y pánico, junto a valerosos actos de heroísmo se sucedían por la ciudad. En el bar La Mina unos jóvenes subían a los clientes a las mesas para no ahogarse. Varios vecinos consiguieron rescatar a un niño que se agarraba a una señal de tráfico para que no se lo llevara el agua. Un grupo de personas tiraban cuerdas desde la Plaza del Cabildo para rescatar a quienes se habían quedado atrapadas en sus coches. En El Duque, unos vecinos recogían a una mujer arrastrada por el agua y completamente desnuda. El conductor de un autobús sacó de su interior a las personas mayores que lo ocupaban con el agua por la cintura. Los vecinos fueron los primeros a rescatar a las personas que estaban en la montonera de coches de la calle Nuestra Señora del Águila. Un comerciante logró salir buceando de su comercio en El Paraíso por debajo del cristal de la entrada gracias a que un coche lo golpeó con la fuerza suficiente para partirlo. Una niña preguntaba por su hermano de diez años al que se había llevado el agua. Lo encontraron muchos metros más abajo y contaba que el agua lo había arrastrado por debajo de varios coches mientras intentaba sacar la cabeza para respirar. Y así cientos de escenas que cuesta difícil imaginar en el centro de la ciudad.

Pero los daños se extendieron también por los barrios. Sótanos anegados, plantas bajas inundadas, sanitarios que rebosaban agua, marquesinas de autobuses y mobiliario urbano destrozado, muros caídos y personas destrozadas por la fuerza del impacto de los granizos. Dieciséis heridos fueron atendidas en el Hospital Virgen de Valme.

La mañana del día siguiente, la escena era desoladora. Muchos comercios lo habían perdido todo. Cientos de personas se afanaban en sacar el agua del interior de sus viviendas. Aún podía verse el granizo, era tan duro y compacto que no se había derretido. Mercancías tiradas por el suelo, cierres rotos, almacenes anegados, árboles caídos….

El Ayuntamiento estimó los daños en 31 millones de euros, entre los destrozos en la vía pública y los de viviendas y comercios. Más de 1.800 viviendas sufrieron daños. Mil vehículos resultaron afectados y 200 declarados siniestro total. Los comercios afectados fueron 280.

Aunque se anunció a bombo y platillo las personas que se revistieron de heroísmo aquel día para ayudar a sus vecinos en peligro, nunca han recibido un reconocimiento público de la administración.

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