El sábado a las cinco de la tarde, la hermandad de la Virgen del Águila da forma al rito de las candelas. Los fieles encienden candelas en las puertas del templo y una vez bendecidas las luces entran en procesión en el santuario, donde tiene lugar una Eucaristía. La simbología asociada al aumento de las horas de luz es evidente aquí.

La presentación de los niños ante la patrona es el domingo y comienza a las 4,30 de la tarde con la bendición de los pequeños por el sacerdote que los rocía con agua bendita. A continuación las religiosas del convento de Santa María del Águila, anexo al santuario presentan uno por uno los niños a la Virgen, elevándolos ante sus ojos y diciendo: “Madre he aquí a tu hijo”. Para acercar a la Virgen a los niños, la imagen se baja de su altar y el Niño Jesús se viste con un batón “de cristianar”. Antes de ambos actos habrá tenido lugar el triduo de la Candelaria.

La fiesta de la Candelaria recuerda la presentación de Jesús al Templo y la purificación de María. La Virgen, como todas las mujeres judías acudió a los 40 días del nacimiento de Jesús el templo con su esposo y su Hijo. Los judíos creían que las mujeres debían purificarse después del alumbramiento, por lo era necesaria su presencia en el templo. Pero además era necesario ofrecer los niños a Dios. Para ello el sacerdote los tomaba en brazos y los elevaba proclamando “¡Señor, tu hijo!”. Seguidamente, los padres  debían rescatarlos de forma simbólica, entregando una ofrenda. En el caso de Jesús posiblemente serían dos palomas, ofrenda mínima que podía hacerse y que recibiría el sacerdote Simeón que fue quien presentó a Jesús con las palabras: " ya mis ojos han visto al salvador que nos has dado, al cual tienes destinado para que expuesto  a la vista de todos los pueblos, sea luz brillante que ilumine a los gentiles, y gloria de tu pueblo de Israel”.