La hermandad optó por atrasar su salida media hora para dejar las nubes se marcharan. A las ocho y media hizo  su salida y ya no hubo preocupación por la lluvia en todo el recorrido. Así Alcalá pudo disfrutrar de  una cofradía con un marcado perfil y una personalidad muy acusada. El silencio con el que discurre redobla el valor y la belleza de los sonidos que la acompañan, la música  de capilla para el Cristo del Amor, la voz  de los capataces, el crujir del paso del Señor y el "concierto" que brinda la Banda de Alcalá tras el palio con la marcha "Amarguras" que predomina a lo largo del recorrido.

Silencio en el  cortejo que discurre en perfecto orden. Contrapunto en el tramo de los niños que agitan sus túnicas blancas en el asombro permanente que los asalta en su camino, que es la senda que le trazaron sus mayores. La Amargura es cofradía de familias y este tramo es la rama que al tronco de sus mayores sale.

El silencio envuelve también al Cristo del Amor, con su cuerpo ya vencido, con la cabeza entregada. La elevación de su cruz lo clava  en el aire. Su figura se recorta pidiendo cielos que le pongan trasfondo de luces que le sirvan de altar en la calle. El celaje atormentado de este Jueves Santo era el fondo perfecto para la gravedad de este Cristo que llama a la oración con su presencia. Su cuerpo elevado, buscando la altura es el mejor camino para que ascienda la fe a través de su lección de entrega.

En el palio, envuelta en la luz dorada que se crea bajo el palio burdeos, el silencio se rompe por la conversación entre la Virgen y San Juan. ¿Cómo será ese diálogo que quiebra a la Virgen en  un gesto de dolor y a la vez le da la entereza para buscar a su hijo por la calle de la Amargura? ¿Cuáles serán las palabras de Juan y la respuesta de María? ¿Cómo de profundo sera el silencio que queda después de pronunciarlas?