Queridos Reyes Magos:

Mientras os escribo esta carta, vuelvo a tener, otro año más, la misma sensación de urgencia de otras veces. Por eso empiezo pidiendo disculpas por venir con prisas apurando el tiempo. Pero esta vez, estimadas Altezas, mi tardanza, que no tiene excusa, puede tener un atenuante que acaso suavice la pena. Y es que este año me gustaría pediros solo una cosa. Y, además, es una cosa que no tendríais ni que buscar; es decir, nada de encargar, ni cargar, ni descargar... Os pido un solo regalo que no es más, ni menos, que un permiso; una licencia que podríais conceder sin necesidad de mover un dedo, ni siquiera articular palabra alguna, pues con que guardaseis un simple pero majestuoso silencio, podría yo tomarla por concedida.

 Majestades, este año solo pido una cosa: por favor, ¡DEJADME CONTAR VUESTRO SECRETO!

Dejadme que cuente vuestro secreto y lo propague por mi pueblo y hasta donde alcance. Somos muchos los que lo conocemos y lo mantenemos velado sin saber muy bien por qué, pero aún son más los que lo desconocen. Quiero desvelar el misterio y desengañar a todos aquellos que siguen ensuciando el ambiente con su farsa, sin comprender todavía que la vida va en serio.

 Baltasar, permíteme que les cuente cómo me enseñaste la verdad desde allí arriba, entre verdores dorados, sin necesidad de explicarme nada aquella noche fría de enero del 83. Déjame que les muestre cómo unos mágicos Magos consiguen hacerse tan humanos.

Melchor, vamos a contarles por qué, a pesar de la copiosa nieve de tu barba, eres capaz de mantener tu ilusión intacta y de reflejarla en cada cara.

Gaspar, dame carta blanca para escribirles y explicarles cómo consigues llegar hasta el último rincón sin bajarte de tus bríos ni abandonar la elegancia de tu rostro entre mil surcos.

Dejadme contar vuestro secreto porque siguen siendo demasiados los que no han entendido que va en serio la vida. Dejadme que les diga que todo está en la mirada; que el secreto no es más que la mirada de cada uno de los niños que, como si fuera la de uno solo, no os abandona ni un segundo en vuestro camino y os hace responder siempre como ellos esperan: tan reyes, tan humanos y tan magos.

Os pido que me concedáis este deseo porque son muchos los que ignoran vuestra grandeza. Porque, a pesar de la "iconocracia" imperante en esta bendita tierra —que continúe, Dios mío, per saecula saeculorum— todos necesitamos recordar vuestro misterio y, sobre todo, enseñarle su funcionamiento a los que cada día demuestran desconocerlo.

Si me dais permiso, voy a contar a voces y en voz baja vuestro secreto; voy a airear que la magia de lo que hacéis está en la mirada de los niños, y que son ellos los que os hacen sabios y justos.

Porque, queridos Reyes Magos, necesitamos el ejemplo de vuestra vida en nuestro pueblo, y necesitamos que, cuando vayáis de vuelta al almacén de los anhelos, arrastrando todas las luces de la ciudad con nuestra Cabalgata,  los que por fin hayan descubierto el secreto empiecen a moverse como Vosotros, como si un niño los estuviera mirando atentamente y pudiera verlos justo antes de...                                                                                                                                

Justo antes de juzgar; justo antes de quejarse; justo antes de lanzar miserias al vuelo; justo antes de engañar; justo antes de dividir; justo antes de maldecir; justo antes de rendirse; justo antes de abandonar.

Y si alargáis vuestro regio silencio, terminaré gritando a los ciegos que no os ven por ningún lado aquello que, sin palabras, Baltasar, me dijiste aquella fría noche de un enero lejano:

Los niños no necesitan explicaciones; los niños entienden lo que ven y lo aceptan; Y si lo que ven no lo entienden, es que ni es aceptable ni tiene explicación.

Sin querer robaros más tiempo, me despido esperanzado en un silencio.

Gracias por volver cada año para enseñarnos los ojos que tuvimos.

Atentamente, un paje en Alcalá.