Opinión - 07/09/2012
Asiático III. Paco Pérez
Autor:
Francisco Pérez Caballero

¡La Plazuela es peatonal! No sé cuándo ha ocurrido. Mientras yo andaba volando de un lado a otro de Asia. ¿Tanto hacía que no pasaba por aquí?


Estos días estoy de vacaciones por Alcalá, justo cuando todo el mundo ha ido a pasar sus vacaciones fuera.


Ayer se lo decía a una amiga en Villanueva del Ariscal, siento Guangzhou como si estuviera ahí al lado, los diez mil kilómetros no significan nada, apenas un par de aviones y un tren. Hace mucho tiempo escribí que los sitios en los que había vivido se habían convertido en una especie de ampliación de lo que considero mi casa. Esto fue en respuesta a la pregunta de si echaba de menos Sevilla el tiempo que viví en Vinaroz. No, no echo de menos nada, ni Alcalá, ni Vinaroz, ni Dhaka, ni Guangzhou, todos forman parte de mi hábitat. Es cierto que a veces me apetece una pringaíta, o pasear por Shamian, el barrio francés de Guangzhou, o tomarme un cubatita en un bar de las empinadas calles del Soho en Hong Kong, o ir en rickshaw desde la calle 111 (eksho égaro) al Nordic Club en Dhaka, o ir a darle de comer a los gatos al espigón del faro de Vinaroz, cierto, a veces me apetece, lo cual no implica ninguna tragedia, simplemente lo pospongo hasta que puedo hacerlo, al fin y al cabo la vida está sembrada de pequeñas resignaciones.


Sin embargo, si esto fuera la película High Fidelity, los cinco mejores sitios de mi vida son:


1. Una calle que baja al Restaurante Popeye en una urbanización cerca de La Barrosa, en Chiclana.
2. El Sevenseas Resort, en la playa de la diminuta isla de Koh Kradan en Tailandia.
3. La aldea de veinticinco habitantes Los Pánchez, en Fuente Obejuna.
4. La isla de Boracay, en Filipinas.
5. El Alhaima, un bar de copas que había en la calle Bailén cuando el mundo era mundo.

Cuando hemos llegado a La Plazuela no había nadie sentado en los banquitos, era un paraje desierto, nosotros hemos sido los primeros. En cuanto nos hemos sentado hemos dotado de presencia humana el sitio y en pocos minutos se han ocupado los demás bancos y han venido las palomas a probar suerte. Estar entre gente sentada y paseando el domingo por la tarde en La Plazuela empequeñece mis tragedias personales y me infunde la tranquilidad que necesito para afrontarlas.
Me voy al Don Vito a tomarme un Santa Teresa con cola con mi archiamiga Inés aprovechando que estoy aquí.

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