Si en Sevilla es cantada y alabada la “rampla” del Salvador como embajadora del tiempo que se avecina, aquí en Alcalá tenemos nuestra propia pregonera de lo inminente en la empinada rampa de San Sebastián. ¿Quién en Alcalá no ha dado una carrerita por las añejas tablas, mientras crujía dolorosa la estructura? ¿Quién, que tenga una cierta edad, no se acuerda de la sotana negra y la sonrisa interminable de D. Manuel o la figura adusta de Juan Pachón a los pies de la rampa mientras salía el Cautivo o la Amargura?

San Sebastián que es una parroquia viva y cambiante en muchos detalles, también sustituyó la rampa y ahora es más recia, más sofisticada, con antideslizante y demás cuestiones. Pero en sí mismo sigue manteniendo la esencia y es símbolo inequívoco de que Alcalá se viste de Semana Santa.

Entre ayer y hoy la rampa de San Sebastián acoge a los distinguidos huéspedes de su parroquia. Se llevan a cabo las mudás, con los pasos prácticamente montados a falta de lo esencial, las Sagradas Imágenes, que en intimidad o públicamente serán entronizadas en estos días. Y unos cuantos más allá, la rampa de San Sebastián acogerá de nuevo las carreras de los más pequeños, en la soleada mañana del Domingo de Ramos y será palco privilegiado por la tarde. Sostendrá las mecidas cadenciosas del Cautivo, el pasito menudo y elegante de la Esperanza, la bajada solemne del Cristo del Amor y sonará a Amargura, a tiempo que se detiene en la solemnidad del Jueves Santo.

Aún le queda a las novatas sillas de La Plazuela aprender mucho de la vieja rampa de San Sebastián, señal, símbolo, pregonera del mejor tiempo y de que esto se nos va…