Opinión - 28/05/2018
Una nueva promoción de alumnos del IES Albero celebraron el final de su ciclo educativo en el centro
"Fiesta de graduación". Juan Antonio Muñoz
Autor:
Juan A. Muñoz Andrade

Estaban radiantes, guapísimos y guapísimas, felices, orgullosos. Alumnos, padres, profesores…todos los que compartimos la sensación de pertenecer a algo trascendente, a un abrir y cerrar de puertas de y a sitios calientes donde pasa la vida.

Detrás (o delante de, o al lado, o por encima…) de los trajes, las corbatas, los maquillajes, los ojos brillantes…señoreaba la poderosa vinculación de todos con los ritos vitales de unos chavales que cambian de etapa. No era noche para predecir si les esperan tiempos complicados o benéficos, si la vida les esconde besos o guantazos. Habrá, les pasará, de todo. Era noche para celebrar, para sentir el privilegio de asomarse a la vida bullendo y pidiendo paso a empujones, sin pedir permiso.

Uno de los privilegios de esta profesión es compartir estos buchitos de dicha desde un rinconcito de sus experiencias, académicas o vitales. Más que en ninguna otra noche, es el momento de sentirse maravillosamente prescindibles al soltar su mano y empujarlos suavemente a traspasar puertas hacia retos académicos, laborales o personales para los que, creen ellos, el instituto, y todos los que lo conformamos, se les queda pequeño.

Vinieron los diplomas, los discursos, los agradecimientos, las fotos. Las risas, alguna lágrima, los recuerdos, las complicidades que se han ido acumulando en seis años en los que la vida los desbordaba y los iba convirtiendo en hombres y mujeres que miraban con condescendencia a los niños que conocimos hace solo seis años. Un suspiro para nosotros, un tercio de su vida para ellos. Se fue. Otra graduación. Nos quedamos los profes, con las miradas menos brillantes y más escépticas que las suyas. Con la sensación de que hay que prepararse para recibir a los mismos hombres y mujeres, a los que despediremos dentro de seis años, disfrazados de niños de doce a los que les quedan grandes las aulas, las clases, la rutina académica.

Toda la suerte, todos los éxitos, toda la felicidad ahí fuera, queridos. Cuidado con los trenes que elegís tomar y los que dejáis pasar. No olvidéis que parte de lo más hermoso y poderoso que os va a pasar en la vida, el aprendizaje, os pasó en vuestro instituto. Leed, descubrid, investigad…como si no hubiera mañana. No lo hay. El conocimiento os hará sabios, independientes, cultos, libres. Sed hombres y mujeres cabales, decentes, felices…para ayudarnos a sentirnos orgullosos de vosotros. Un regalo maravilloso para vuestros profes, para el IES ALBERO, donde os pasó un periodo apasionante de vuestra vida.

¡Hasta siempre, albéricos!

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