El tiempo tampoco alcanza a la Cabalgata, cumple 60 años y sigue intacta en su esencia. Cuentan quienes la alumbraron que les dolía que el 5 de enero los autobuses marcharan a Sevilla llenos de gente porque en Alcalá no había cabalgata. El orgullo de alcalareños los empujó entonces, hoy de su obra presume toda la ciudad. Por el esplendor alcanzado en estas seis décadas, por la magia de este día y por haber desbordado sus límites para extender a todo el año una ingente labor social y cultural. Aquella idea nació alumbrada por la idea de que todo debía hacerse por los niños y el tiempo tampoco ha alcanzado a la máxima que ellos mismos acuñaron “todo por y para los niños”, al contrario la ha grabado a fuego en los corazones que quienes la hacen posible. Porque una idea así, buena, hermosa y verdadera es indestructible.
Aquella primera cabalgata tenía seis carrozas, estaban hechas con retales de madera pedidos a las carpinterías de Alcalá y tiraban de ellas mulos. Eran los animales que se empleaban para los carros de la basura y que este día fueron coronados como corceles reales. De aquellos alcalareños que pusieron en marcha el sueño que ahora cumple 60 años queda sólo uno: Francisco Soriano. Tiene 93 años. Como siempre ve la cabalgata en su casa y con su familia. Empieza a llorar como cuando aparece la primera banda y no para hasta que pasa Baltasar. Como un niño, como siempre. Hoy el tiempo no lo alcanza.
Seis décadas dan tiempo a aglutinar alrededor de la Cabalgata legados familiares, hacen que la institución traspase generaciones. Ya hay abuelos que se vistieron en ella y que ahora visten a sus nietos. El ciclo de la tradición está cerrado y eso multiplica la emoción y la magia. Ese es el regalo de estos reyes a los mayores, permitirles ofrecer a los niños que los rodean el presente de la herencia y el legado. Dejarles sembrar en la fértil tierra de la ilusión infantil los recuerdos de un día especial. Y la siembra es la forma del hombre de proyectarse al futuro; de gozar en la tierra el don que Dios les ofrecerá en el cielo
Yo hoy señalando a las carrozas, siguiendo el compás de las bandas, ofreciendo caramelos, he plantado el asombro en la carne pequeña, rosa y duplicada que sin ser la mía siento más honda que la mía propia. Entre sus risas y sus palmas he visto el gesto con el que detenían el tiempo para hacer de ese instante recuerdo indeleble al que volver siempre que haga falta un momento de luz y de esperanza.
Por estos 60 años, por este instante, por hacer que el tiempo hoy no nos alcance, querida Cabalgata, muchas gracias.
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