Opinión - 13/05/2013
"Pablo VI, barrio amable". Antonio García Calderón
Autor:

 

22 de julio de 1972

 

La recién inaugurada barriada Pablo VI ha conocido el nacimiento de la primera niña, que ha sido tema de interés, ya que su bautizo constituyó nota simpática y agradable.

A la neófita se impuso el nombre de Esperanza de la Trinidad, toda vez que ha nacido en la calle Esperanza de la Trinidad número 12…Fueron padrinos don Francisco Caraballo Mantecón, presidente de la Cooperativa Pablo VI, y la señorita María del Águila Mora Caraballo, que vivieron junto a la modestia de los progenitores una jornada significativa, ya que tuvo como aliciente la presencia de unos cofrades que se sintieron honrados al saber que la primera niña nacida en la barriada Pablo VI, por deseo expreso de sus padres, lleva el nombre de Esperanza Trinidad, y ello fue motivo para que la junta de gobierno, portando ofrenda, quisiera estar en momento tan solemne…

Crónica local de José Pernía en Diario ABC. 23-07-1972.

 

Esta nota amable es todo un manifiesto, si la despojamos del fervoroso ardor paternalista del cronista de la época. Hay distancia para hacerlo. Más de cuarenta vueltas al sol.  

Ahora hagan el siguiente intento: traten de hacer el esfuerzo en vano de imaginar a algún promotor inmobiliario de la pasada década, en compañía de la directora de la oficina bancaria que le financiaba la obra, ejerciendo ambos como padrino y madrina de la primera criatura que viene al mundo en la recién terminada promoción de viviendas.  Imposible, ¿verdad? Tampoco era su obligación, así que nada que reprocharles. Cada uno de ellos se dedicó a su cometido, a sus respectivas obligaciones. ¿Entonces? Pues que lo raro es lo que pasó hace cuarenta años.

Cuando la vivienda es un bien social en lugar de un producto de mercadería, las reglas del juego cambian, y los agentes que intervienen en su desarrollo también. Si la construcción de viviendas responde a una demanda social real, al interés general y al bien común, puede ser, no siempre, que surja algún caso atípico como fue la Cooperativa de Viviendas de Pablo VI. Promovida por la Hermandad Sindical de Labradores y Ganaderos, al frente de la que se encontraba don Francisco Caraballo Mantecón, su fin era resolver el problema de la vivienda para los hombres y mujeres del campo, dotándoles de unos hogares dignos, con unos estándares de habitabilidad muy por encima de la media de la época. Este planteamiento de buenas intenciones iniciales, unido a la  filantropía de sus promotores, acabó resultando lo que hoy es un modelo urbano, que por sus condiciones ambientales y estructura de barrio, se ha empezado a llamar, en la jerga política, ciudad amable.

 Al hablarle a la gente a estas alturas de ciudades amables, uno corre el riesgo de tener enfrente a ciudadanos hostiles. Yo lo voy a intentar, asumo el riesgo (me acabo de poner el casco de obra por si acaso me cae un golpe). El objetivo de este programa que promueve la Junta, y al que se ha adherido nuestro Ayuntamiento, trata de abrir un nuevo camino en las estrategias de intervención en el espacio público. Tiene como fin propiciar la intervención en la ciudad con un cambio en las reglas del juego de la ordenación de nuestras calles, que permita que éstas dejen de ser un mero corredor para los coches con dos bandas de acerados para poder acceder a las casas. El cambio de modelo pretende transformar la calle pasillo, de coches principalmente, en calle habitación, con actuaciones de muy bajo coste (sí, bajo coste, no hay más remedio) que permitan recuperar los espacios colectivos para los vecinos. Su metodología es bien simple. Nada de levantar aceras, ni adoquinar hasta el infinito, ni farolas gama alta. Solo cambiar algunas señales, pintar algunas líneas o áreas con pintura, e incorporar algún que otro modesto elemento de mobiliario urbano. Y todo reversible, modo prueba, que si no funciona, volvemos a probar, o lo dejamos como estaba.

¿Y a esto cómo se juega? Pues lo mejor es explicarlo con un ejemplo concreto. En el tramo de calle que está justo detrás de la iglesia San Sebastián, viene siendo tradición desde hace unos años hacer una velada que organiza la Hermandad de la Amargura. Su ocupación es temporal, sólo unas horas durante el fin de semana. ¿Y si probamos dejarla así dos semanas? Podríamos poner un banco, también algún naranjo en un macetero, nada de levantar la acera, por si acaso. ¿Y si le ponemos también un balancín? Quizá la Hermandad se piense pedir una licencia de veladores para todo el verano. ¿Cuántas veces han tenido que pasar en coche por ese tramo? ¿Qué falta nos hace?

Como este, podemos ir conquistando otros espacios que hemos cedido al coche. No se trata de peatonalizarlo todo, sino de buscar un equilibrio racional entre el coche y el uso colectivo de la calle.  Pero para ejemplo un barrio entero, el barrio amable de Pablo VI. En su estructura de calles están equilibrados los itinerarios peatonales con los recorridos para el vehículo. Se puede acceder al barrio en coche, pero a nadie se le ocurre cruzarlo si va de paso a otra parte de la ciudad. Aunque es posible llegar a todos sitios, no es fácil moverse en coche dentro de él. Esa es la clave: tratar de que los barrios sean accesibles, pero evitando que sean únicamente pasillo para los coches, y de paso, cuando sea posible, liberar algún que otro tramo prescindible para el tráfico y sumarlo al espacio colectivo.

El próximo sábado 18 de mayo tenemos una buena oportunidad para comprobarlo. El grupo ecologista Alwadi·ira organiza una visita vespertina por el  barrio de Pablo VI, guiada por el profesor José Torres, en la que nos explicará este modelo de ciudad amable que hemos tenido la torpeza de no seguir cuarenta años después. Tengan la amabilidad de venir. Están ustedes invitados.

 

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