Cuando arde la calle al sol de poniente —qué bien lo cantaba Radio Futura en la radio pasada— y se ocultan las tribus más o menos cerca del río y bajo los tejados, hay que esperar a que caiga la noche para animarse a salir a la intemperie a respirar sin peligro de incendio. Esto, lo de esperar a que caiga la noche, lo han entendido muy bien en el Ayuntamiento y de ahí ha surgido “Noctaíra”: título algo forzado (no termina de encajar esa composición latino-arábiga) con el que los encargados de promover la cultura municipal han bautizado el programa de actividades para este verano en Alcalá.

Parece una buena idea aprovechar ese lapso en el que el sol inclemente se oculta para llenar las noches de actividad en torno al Guadaíra. Está previsto que se sucedan todo tipo de actividades culturales: música, teatro, cine, exposiciones… Es una gran noticia la puesta en marcha de estas iniciativas municipales que buscan vivificar lugares emblemáticos de nuestro paisaje histórico, tristemente en manos muertas desde hace mucho, además de ofrecer alguna alternativa a los vecinos que esperan agazapados a que caiga la noche bajo el soplo frío y plastificado de sus aires acondicionados.  

Imaginarse el barrio de San Miguel recuperado para la convivencia, con un agradable trasiego entre sus estrecheces, asomarse acompañado a sus balcones sobre el río, subir hasta el Castillo, descansar allí arriba y bajar una Cuesta del Águila repoblada y encalada nuevamente es un sueño que no debiéramos dejar caer en el abandono de las ilusiones pasajeras.

Una iniciativa que persigue darle vida al verano de un pueblo es una buena iniciativa de por sí, si además, como comentan, pretenden darle continuidad en años venideros y ser constantes en el trabajo para recuperar todo el tiempo y los espacios perdidos, acabará siendo magnífica.

La programación de “Noctaíra” tiene buena pinta: la música, el teatro, las rutas y demás eventos en el entorno de San Miguel son, cuando menos, sugerentes; las actividades pensadas para el Parque Centro, conciertos y cine para los niños, son buena idea; y, por supuesto, lo que tiene que ver con el Museo de la Ciudad, como todo lo que vienen haciendo sus responsables, es interesante, especialmente en esta ocasión las visitas guiadas a la exposición monográfica del Castillo.

Todo parece perfectamente preparado para que la iniciativa cuaje y sirva, al fin, de precedente ejemplar de aquí en adelante. Pero es precisamente la noche señalada como la fecha fuerte de todas las noches del verano alcalareño la que chirría como un carromato viejo. Para dicha fecha, 27 de julio, está previsto el II Festival Riberas del Guadaíra con un concierto de Chambao más dos grupos locales —Espantapajarracos y El Gueto con botas—. No digo que no tenga tirón ese concierto, pero cuando se presenta el festival como una gran fiesta de entrada gratuita, el tufo a circo para el pueblo es inevitable, y la trampa está hecha.

Seguramente seguiremos siendo los necios de siempre para acabar confundiendo valor y precio, pero de algún modo hay que valorar la cultura. Aun siendo este un concepto amplio y que siempre debe estar a disposición de la gente, debemos diferenciar con naturalidad un festival cultural digno de ese nombre, que con el tiempo y la coherencia como norma de su programa adquiera raigambre y prestigio, de lo que no es más que un concierto al aire libre para solaz de la masa. Aquel habría que pagarlo, y ahí empezaría a crecer su valor; este es un espectáculo “gratuito” (así, entrecomillado, porque algo habrá que pagarle a los artistas, ¿no?)  que, sin trayectoria ni aparente conexión con la historia y la cultura de nuestro pueblo, acaba siendo simplemente un simpático y estrafalario pandemónium.