Opinión - 30/01/2017
"Frío en las aulas". Juan Alcaide
Autor:
Juan Alcaide Rubio

Vienen sonando como chasquidos de témpanos las quejas de unos padres cuyos hijos salen de casa cada mañana con el único propósito de superar un día más el frío del invierno. Son niños y niñas de seis y siete años que, al llegar a su colegio, en lugar de entrar en clase despojándose de abrigos y bufandas, encaran la puerta de su aula como si fueran a penetrar en la cámara frigorífica de un atunero. No es nueva la situación pues, por estas mismas clases en las que ahora están sufriendo el invierno estos pequeños, llevan pasando alumnos desde hace más de cincuenta años.

Se trata de las viejas aulas “Sevilla” que aún siguen en pie en el colegio Manuel Alonso y, lo que es peor, continúan en uso para un centenar de alumnos que día tras día terminan superando con heroicidad el absentismo al que parecen invitarles dichas instalaciones. El edifico es una construcción de los años 60 que presenta el deterioro lógico de los años; un deterioro acrecentado por no haber ido renovando los elementos básicos de cierres y aislamientos.

Ha tenido que aparecer publicada en un medio de comunicación y propagarse por redes sociales la foto de una mano empuñando un termómetro que marca 8° C en el interior de una de esas aulas para que rápidamente salgan al paso nuestros benefactores políticos diciendo que van de camino y que están al llegar. Y acabarán llegando con el gesto severo y su milonga de promesas para hacerse la foto justo antes de salir corriendo para el siguiente posado.

El caso es doblemente grave. Primero, porque se trata de la salud de unos niños y unos profesores que en pleno siglo XXI tienen que pasar el invierno en condiciones deplorables. Y segundo, porque atañe a un ámbito esencial de la sociedad, el de la educación, tan importante como maltratado desde hace ya demasiado tiempo.

Mientras nos llegan diariamente nuevas estrategias y pedagogías para la buena educación y la mejor formación de nuestros niños y jóvenes en la escuela; mientras muchos profesores siguen trabajando más allá de sus clases y formándose motu proprio para adaptar las metodologías a los nuevos tiempos; y mientras muchos padres se implican en el proceso educativo con la mejor de las voluntades, invirtiendo gran parte de su tiempo para el mejor funcionamiento de la comunidad educativa, los que administran en nombre de todos se limitan a usar la Educación como un arma más de sus espurios intereses y escatiman partidas de un presupuesto que debería ser sagrado, porque en la educación, y solo en la educación, está la clave para garantizar un futuro mejor, una democracia justa y una verdadera libertad.

Ya se paseó nuestra campechana presidente de la Junta por nuestro pueblo en olor de multitud, y en loor de esa misma multitud prometió que de las viejas aulas “Sevilla” no quedaría ni rastro, y que los niños tendrían próximamente un nuevo edificio, con clases nuevas, modernas, con grandes ventanales por los que entraría el tibio sol de invierno y hasta con unos cierres de categoría por los que no se escaparía ni un grado acumulado en su interior. Era junio del pasado año y el calor apretaba. Pero no estaría mal que se diera otro paseíto por Alcalá ahora que lo que aprieta es la “pelúa” de enero y que se cogiera del brazo de su amiga —nuestra huidiza alcaldesa— en plan comadre para darse una vueltecita por nuestras calles. Capaces serían de llegar hasta el mismo colegio Manuel Alonso y comprobar in situ el frío de sus viejas aulas. ¡Qué foto más buena se están perdiendo: ahí, blandiendo el termómetro con la mano en alto y el gesto grave!

No llegará a ser tan sonada la visita, pero algún delegado del Ayuntamiento se pasará por allí a prometer atenciones; lo mismo, con el revuelo levantado gracias a la movilización de padres y profesores, se persona la mismísima Ana Isabel para dejar constancia de su preocupación. Sería una buena oportunidad para demostrar el valimiento y el favor del que dicen que goza entre los despachos más influyentes de la Junta, porque, de momento, por el pueblo todavía la estamos esperando.

Habrá promesas y compromisos de cambio y mejora, pero los que se entregan diariamente al empeño de hacer más llevaderas esas carencias a los niños, mientras siguen en su tarea de ayudarles a pensar para que sepan discernir, elegir y desechar, no necesitan otra cosa que una excavadora desmoronando los viejos muros del pasado y una hormigonera volcando su argamasa en unos cimientos dignos para el futuro.  

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