Opinión - 22/04/2019
"La charla política que no tuve con mis alumnos". Juan A. Muñoz Andrade
Autor:
Juan A. Muñoz Andrade

“The demagogue is one who preaches doctrines he knows to be untrue to men he knows to be idiots.” H. L. Mencken.

 

Estamos inmersos en una campaña especialmente trufada de falsedades, demagogia, cinismo, insultos a la inteligencia, al sentido común y a la memoria de los ciudadanos medianamente informados (no, no son mayoría, en mi opinión). No es nada nuevo que los políticos abracen la demagogia y abusen de las descalificaciones y de las falsedades, sí es nuevo y preocupante el volumen y poder que han alcanzado en los últimos años. No me preocupa tanto cuánto puede afectar a mis decisiones electorales o a la de gente que me rodea (ya llevamos mucha mili política encima para que los cantos de sirena nos aturullen, si nos engañan es nuestra responsabilidad) como cuánto y cómo puede afectar a los votantes más jóvenes y (aún) menos informados.

El cinismo, las descalificaciones facilonas, un estilo dialéctico falazmente agresivo en las discusiones políticas en redes sociales…son tentaciones poderosas en el debate político. También son muy peligrosas para quienes puedan escucharnos o leernos y puedan inferir que son algo más que humo o espuma. Tengo tentaciones diarias de entrar al trapo, especialmente en internet y en redes sociales ante los disparates que nos escupe la campaña (sí, por parte de TODOS los candidatos y fuerzas políticas), pero intento que lo que diga o escriba se corresponda más con lo que realmente pienso que con alardes dialécticos tan resultones como poco útiles para quien me escuche o lea. No creo que mis opiniones políticas influyan a nadie ni aspiro a ello pero tanto mi posición como profesor de adolescentes como la poderosa capacidad de difusión de las pantallas son elementos disuasorios para el cinismo y los brochazos dialécticos.

Hoy he preguntado a mis queridos monstruos de 4º de E.S.O. si tendrían clara su opción política si tuvieran que votar el próximo 28 de abril. Junto con expresiones o gestos de indiferencia o confusión me ha sorprendido un porcentaje inesperadamente alto de alumnos que sí tenían clara su opción. No sé si es bueno o malo, sí me parece sorprendente.

Tuve por segundos la tentación de convertir mi clase (una aburrida lección práctica sobre el uso de “linking words”) en un debate sobre política, elecciones, manipulación mediática…y sobre la responsabilidad que van a asumir en dos o tres años (ellos no saben que dos o tres años es solamente un poco más largo que un suspiro); tomar opciones y decisiones políticas sobre quién y cómo gobierna nuestro país, ciudad, comunidad, dineros, derechos. No lo hice. La auto-censura empieza a ser un elemento poderoso en la relación del profesorado con sus clases. Nunca he sido especialmente prudente en mi trabajo en las aulas pero los nubarrones actuales no anuncian chubascos sino tormentas.

Les habría dicho que tienen que tomarse muy en serio su responsabilidad, que tienen que aprender a discernir “las voces de los ecos” en el debate político; que hay realidades que no se cambian con eslóganes resultones; que los derechos que no se defienden se acaban perdiendo; que el mercado de los neoliberales no les va a solucionar nada más que su contribución a la maquinaria del consumo;  que las promesas más atractivas de los más progresistas venden soluciones que no tienen; que no, no da igual quién ni cómo se gobierne un país; que los políticos respetarán su opinión y sus intereses sólo si se convierten en ciudadanos exigentes, críticos e informados; que no pueden fiarse ciegamente de NINGÚN medio de comunicación; que no todos los políticos son corruptos o falaces pero que si no se les controla y exige el sistema se lo pone absurdamente fácil; que hay poderes que escapan a la decisión y al control de los ciudadanos y que van a decidir mucho más que los políticos que elijan; que es verdad que su voto puede no cambiar nada pero que puede empujar para que millones de votos como el suyo sí lo consigan; que tendrán que votar a líderes o formaciones con las que apenas comparten un porcentaje muy pequeño de ideas o en cuya solvencia y capacidad apenas creen; que tienen la obligación moral de convertirse en ciudadanos informados, libres para que no los traten como a idiotas (en el sentido griego clásico y en el español actual). Que lean, estudien, escuchen, aprendan. Que se conviertan en hombres y mujeres cultos/as.

Pero no se lo dije. Seguí dándoles la tabarra con “although”, “in spite of”, “therefore” hasta completar una lección olvidable más, y van…

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