Opinión - 24/05/2018
"Menos misiles y más tranvía". Juan Alcaide.
Autor:
Juan Alcaide Rubio

Mare, ya no viene el tren a las claritas del día…” cantaba en el siglo pasado El Pali cuando, como romántico y siempre de otra época —intemporal, definitivamente— empezaba a añorar antes que nadie aquel tren madrugador que, cada mañana, retiraba de un soplido con aroma a pan las sábanas del sueño a Sevilla. Era el tren de los mulos “cargaos” con sus blancas angarillas; el tren de los panaderos de Alcalá de Guadaíra. Y es que aquel viejo tren, el del pan nuestro de cada madrugada al que lloraba El Pali en la elegía de sus sevillanas de niño, se esfumó de golpe dejando solo la promesa de volver con otro aspecto, transformado, cuando la modernidad y el progreso —los mismos que lo arrancaron de sus vías— permitieran ponerlo de nuevo en su sitio.

Quién le iba a decir a El Pali que bien entrado el siglo XXI seguiría siendo el mejor trovador de su tierra. Pero ya no al clásico modo, aquel que ponía voz al alma de Sevilla, sino de aquel otro que el tiempo ha ido desempolvando del personaje, ensalzándolo y elevándolo hasta las nubes; aquel que, sin retirar el cigarro de sus labios, con el chispazo de una frase arreglaba causas perdidas desde el humilde asiento de su silla desvencijada.

Vuela, por las infinitas nubes sociales a las que ha ascendido —post mortem— El Pali, su imagen como icono del arte de vivir y de sentir, de sabiduría y sensibilidad. Y, en otro acierto más, los que no se rindieron nunca frente a la causa perdida del tranvía de Alcalá han lanzado la imagen de nuestro artista como el reclamo más justo y sabio que pudiera cantarse hoy en nuestro pueblo. Los inmunes al desaliento han recurrido finalmente a él y han tirado de su estampa y de su ya célebre mensaje antibelicista —la más sublime de las sentencias pacifistas jamás pronunciada (aquella que formulaba: “Habría que hacer menos misiles y más pavías de bacalao”.)— para conmover de una vez a los culpables de que sigamos, después de tanto tiempo, esperando ver el viejo tren de los panaderos de Alcalá de Guadaíra transformado en un moderno tranvía lleno de paisanos “cargaos” con blancas angarillas de esperanza y de futuro.

¡Ay, Pali de nuestra alma! ¡Si te vieras en los carteles pontificando un lema tan justo: “Menos misiles y más tranvía”! ¡Qué bien cantarías esta causa!

Mas, si a pesar de todo, si ni con Francisco Palacios y todo el empeño de los infatigables impulsores del tranvía, termina resucitando el viejo tren, habremos de dar por muerta definitivamente aquella vieja y brillante sensatez que, cuentan los mayores, abundaba en cada rincón de nuestras calles.

Mientras tanto, por este camino de causas justas y nostalgias, al menos, nadie evitará que se siga rescatando a nuestros héroes de siempre y que acaben elevados al lugar que verdaderamente les corresponde, esto es, la calle y las plazas, la ocurrencia en el bar y la cita oportuna. Bueno será entonces lo andado. Caminemos pues, aunque sigamos lamentado que sigue sin venir el tren a las claritas del día y no podamos ofrecerle al Pali más que una estrofa que remate aquella sevillana, que él nos dejó para siempre como regalo, que terminaba:

                                Viva Alcalá y su Virgen,

                               que es la Señora del Águila (bis)

                               y el cante por soleares

                               de Joaquín el de la Paula.

 

Y que a partir de ahora deberíamos rematar todos en su honor:

(Cántese por sevillanas como la estrofa anterior)

                               Viva Francisco Palacios,

                               Pali de  nuestras entrañas (bis),

                               Ayer, alma de Sevilla,

                               y hoy, su mejor propaganda.

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