Opinión - 24/04/2013
"Running". Álvaro Plaza.
Autor:
Álvaro Plaza

Hace poco he retomado de nuevo la actividad que más veces he abandonado en mi vida. Desde los veintipocos, cuando dejé de darles patadas a un balón, decisión que el mundo balompédico debió vitorear, hasta el día de hoy una media de dos veces al año he empezado, he hecho un planing, establecido una progresión y prometido a mi mismo que esta iba a ser la definitiva. Pasa un mes o dos y me rindo inevitablemente. Mi actividad se circunscribe al sofá, el esfuerzo físico se limita a ir a recoger las palomitas del microondas y así hasta que la curva de la felicidad no me permite atarme bien los cordones, entonces saltan las alarmar y me entra de nuevo avenate.

Hace poco he descolgado las botas, las de correr, las que me costaron una pasta.

Y como llevo más de diez años en esto de correr, aunque sea a bandazos, o del running como pretenciosamente se le conoce ahora, he ido comprobando como la estulticia y el capitalismo se han ido apoderando de esta modalidad deportiva.

Antes pues yo cogía los botines que tuviera, unas deportivas genéricas, playeras de toda la vida, unas calzonas, y una camiseta de no sé... Tecysu, blanca y gastada, total lo que iba es a sudar, el reloj casio y pa´lante. Me iba a los Pinos y siguiendo más o menos la misma ruta iba tomando nota de los progresos intentando rebajar la marca de a poquito a poco. Y en ese plan pues veías al cuarentón que intentaba perder barriga, a la pareja de enamorados que en vez de pasar la tarde como tortolitos en una esquina oscura se ponían a darle a las piernas, al grupito de mujeres charla que te charla y andando rapidito que ocupan todo el camino y que tenías que sortear como si fueran un campo de minas; y de vez en cuando, pero que muy de vez en cuando, te cruzabas con uno de esos para los cuales correr es una religión. Los veías ahí, tipos hombre biónicos, con unas gafas futurísticas, ropa super guapa florescente, zapatillas ultrasónicas, empapados de sudor, y casi como que no te daba tiempo a fijarte en ellos, porque ¡zas! te sobrepasaban como una exhalación haciéndote sentir como una vaca torda sin rumbo y coja.

Con estos no me meto, estos están hechos de otra pasta, como leí en el facebook de uno de ellos... “no corren para adelgazar, sino que adelgazan para correr”. No veas.

La cosa es que ahora, a la orilla del Támesis, correr ha dejado de ser algo tan sencillo como ponerte lo primero que tengas a mano y tirar pa´lante. Por lo pronto se ha convertido casi en un desfile de moda. Hordas de corredores y corredoras que arrasan los caminos, en los que si no vas con un aerodinámico y transpirable último modelo de camiseta, unas zapatillas ligeras y adecuadas para tu pisada, una podómetro, un chisme para poner el teléfono que te va siguiendo vía GPS, unos auriculares diseñados específicamente para la carrera, unos calcetines especiales que disminuyan el rozamiento, un bidón ergonómico con la última bebida isotónica para que al agarrarlo no te rompa el ritmo, unas gafas... bueno, aquí las gafas no hacen falta, las nubes hacen el trabajo gratis y ya por no hablar de las aplicaciones que te van instruyendo en el mejor modo de correr, las mejores rutas, las mejores dietas, etc... si no tienes todo eso, no eres nadie. ¡Vamos! Que casi que hay que ir al banco a implorar un préstamo. Si no vas equipado a la última aquí te miran raro. Automáticamente te conviertes en ese primo lejano que se presenta en una boda en vaqueros, camisa pasada de moda y zapatos desgatados, que hace más ruido de lo normal, no deja de hacer chistes sin gracia, y te pega codazos cada vez que suelta uno... nadie le dice nada, pero nadie le quita ojo.

Y así es como actúa la estulticia humana y el capitalismo. El segundo intuye que hay mercado, crea toda una gama de necesidades innecesarias y a la primera le falta poco tiempo para caer en la trampa. Así que hay vas tú, que eres uno de ese 80% de corredores que lo abandonan tras tres semanas, pero te has gastado un sueldo en todos esos artilugios que te han hecho pensar que son  imprescindibles para correr, cuando al final para la mayoría de nosotros darle a las piernas consiste en mantenerse un poco en forma, lograr que luego en la vida cotidiana no te ahogues subiendo unas escaleras, mantener los músculos a tono y poco más.

Si sumáramos las cifras de lo que los corredores principiantes se han gastado y lo contrastamos con el gasto de lo que realmente necesitan, casi que se acaba con el hambre en África (y no estoy seguro de que esta exageración demagógica sea muy exagerada, demagógica no obstante es seguro). El capitalismo tiene estas cosas, como cuando nos dio por comprar cámaras cuasi profesionales, que te ofrecen cien millones de posibilidades, regalo estrella cuando la economía lo permitía, quinientos, seiscientos, mil euracos en una cámara (y su bolsa, y su trípode, y su quit de limpieza, flash y ecéteras) para que luego veas a la mayoría de la peña utilizando el “verde”, el automático, que aprender de verdad a hacer fotos trae dolor de cabeza.

Así que por un lado todo este ecosistema que el capitalismo ha tejido en torno al correr tiene el aspecto positivo que quizás haya empujado a más gente a aficionarse, se han creado clubs, aparecen carreras a doquier, algunas con el aspecto festivo del Running Extremo que hace poco inundó la Rivera del Guadaíra con gente disfrazada dando zancadas, o como la maratón de Londres donde para tener dorsal tienes que al menos apoquitar dos mil pavos para una ONG, ya sea de tu bolsillo o a través de patrocinios. Se han creado empresas o divisiones en empresas para abastecer la demandan de camisetas ultraligerastranspirables que dan algún que otro puesto extra de trabajo en occidente (aunque como en todo, al final quien las fabrica son algún pobre diablo explotado en, India o Malasia o China)

Sí, no digo yo que no, pero a mi me parece que todo este tinglado que se ha montado en torno a la actividad de correr se me antoja un pelín excesivo. No sé cómo está la cosa por ahí, hace mucho tiempo que no recorro los Pinos, pero como estas cosas funcionan tipo plaga supongo que más o menos será lo mismo allí. Quizás la crisis amortigüe un poco la gilipollez esta de emplear medio sueldo en prepararse para una actividad en la que para iniciarse no sé necesita más que un poco de voluntad. Y luego, cuando no seas un zoquete como yo que lo deja a la primera, y veas que lo de correr se ha convertido en tu pasión, pues bueno, claro, ve invirtiendo en ello.

Yo a ver cuanto duro esta vez. Al menos no me pienso gastar un duro por ahora. Y bueno, si al final lo abandonas quizás te sirva la misma excusa que me ha venido a consolar a mí en tantas otras ocasiones, eso que tanto se oye por ahí, eso de que “correr es de cobardes”.

¿Es o no es?

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