Opinión - 05/03/2013
"Australia". Álvaro Plaza.
Autor:
Álvaro Plaza

Hace poco la vida me llevó a Australia. Ese país en el que cabe Europa entera y en el que según un libro que leí justo antes de ir, puedes morir de 1001 formas distintas, pudiéndote convertir en la merienda de un cocodrilo, en divertimento de un tiburón tigre o ser simplemente mordido por una redback, una araña con el culo rojo, que si te pica y no hay un hospital muy cerca, pero que muy cerca, casi en la esquina, como que te mueres. Y todavía me quedarían otras 998 formas de morir que relatar.

Se llega tras unas treinta horas de avión, con los pies hinchados y zampándote once horas de tu vida, que cuando vuelvas si acaso recobrarás.

¿Y que tiene Australia que no tenga Alcalá?

Na de ná.

Aquí no hay castillos, ni ligaitos, ni pringás, ni plazuelas, ni gazpacho, ni un puente que parece un dragón ni nada que se le asome. De hecho la mayor parte de Australia es un desierto y lo peor de todo, sin arena de albero. Australia fue una cárcel, pero nosotros tenemos mazmorras. Eso sí, Australia tiene playa, playas de postales, de arena blanca y palmeras y otras son acantilados, pero quién no ha fardado alguna vez de haber alcanzado las playas de Matalascañas en apenas una hora.

En Australia probé la carne de cocodrilo y la de canguro rojo, animal que de un puñetazo, también te puede matar. La carne de cocodrilo está así como sequerona y la de canguro pues sabe como la de ternera, siempre y cuando me vendieran canguro real, porque aquello era un puesto callejero en un mercado en Melbourne donde la banda de policía tocaba canciones de Michael Jackson y Muse, y claro, si una banda de policía toca rock, te puedes esperar cualquier cosa. En definitiva, la carne exótica está rica, pero no tan sabrosas como un churrasco...

Luego está el tiempo, pues es algo así como que parecido. Lo que pasa que al revés. Allí el verano es invierno y el invierno verano. Tiene algo que ver con que estén ahí abajo. Así que ahí andaba yo por la Opera de Sydney en pantalones cortos, camiseta, cubierto de sudor a mediados de Febrero. El Teatro de la Ópera es muy bonito, así con sus conchitas, pero donde esté el Gutierrez de Alba y sus cómodas sillas que se quite tó. ¡¡¡Además allí por no haber no hay ni carnaval!!! Celebran el cambio del año Chino, que es por Febrero también y aunque también tiene mucho colorido no es lo mismo las chirigotas y comparsas que un dragón de papel dando tumbos por la calle.

Ahí tienes que coger el coche para todo. Como se te olvide el pan estás jodido. Así que abundan los cuadernitos para hacer lista de la compra. Los suburbios están organizados en torno a centros comerciales, así que olvídate de eso de darte una vuelta y encontrar un bar, una ferretería, una cafetería y un puesto de la once. Los ciegos no existen en Australia, se los han comido los cocodrilos, así que pa que va a haber once.

Se conduce por el otro lado de la carretera y personalmente creo que es una elección de lo más arbitraria, cuando todo el mundo sabe cuál es el lado correcto por el cual conducir, por el lado donde se conduce en Alcalá, claro está. Ah, y Sydney tiene tantas cuestas como las del pueblo, aunque son más chicas y con menos salero.

Las mujeres son como las Alcalareñas pero en plan rubio con ojos azules, aunque no saben bailar sevillanas y son como un poco más horteras con la ropa; puede ser que porque aquí llevan tres años de retraso en la moda. Y los chicos están más cuadrados, pero es que los de aquí van al gimnasio a hacer pesas y no a vaguear como si jugaran al pádel.

Los vicios están más caros y que es la vida sin vicio, un puchero sin sal. El tabaco a veinte euros la cajetilla, el tercio de cerveza a siete euros, el café a tres y medio, una cocacola a cuatro, en el centro de la ciudad o en el más remoto pueblo, así que prepárate para romper todas las huchas, porque emborracharte sale casi como comprarte un coche.

En definitiva, si eres de esos privilegiados que han nacido y viven en Alcalá, lo único así nuevo que vas a encontrar en Australia son esas 1001 formas de morir. El sol, el buen ambiente, la comida fresca, la gente acogedora, la naturaleza salvaje, playas kilométricas tenemos también nosotros de sobra. No te voy a decir que no vayas, ve y descúbrela por ti mismo, eso sí, si eres ciego, cuidado donde pisas.

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