Opinión - 12/10/2016
"Periplo". Álvaro Plaza
Autor:
Álvaro Plaza

 

Periplo: 1. Viaje o recorrido, por lo común con regreso al punto de partida. 2. Recorrido o trayectoria espirituales, doctrinales, ideológicas, etc., de una persona.

Éste ha sido un periplo dominado por la nostalgia, por la memoria, un retorno a lugares modificados que ya no existen, o al menos no tan puros como en los recuerdos. De Arrecife a Valladolid, Sevilla y Alcalá, mi pueblo.

Partimos de la ciudad en la que nací: Valladolid. Valladolid ha cambiado mucho en estos casi nueve años que no la visito, de hecho apenas reconocí la calle protagonista de los veranos de mi infancia, “Pinzones”. Han aplicado a los muros aladrillados de los pisos de viviendas con un revestimiento aislante térmico, pintándolo de un blanco tirando a crema, salteado de cuadriláteros de distintos colores a modo de adorno, todo muy a lo Bauhaus, que la hicieron casi irreconocible. 

Esa Calle Pinzones, cruce de ladrillos rojos, ya no existe y lo que te encuentras no acaba de encajar con tus expectativas o aspiraciones, es uno de esos lugares que son un reflejo de lo que guardan tus recuerdos. La calle Pinzones de mi infancia ya sólo reside en mi memoria, sólo le queda ese hogar, es una huella de un tiempo pasado donde, para empezar, tú mismo eras otra persona.

Fue una sensación extraña, aunque pasar unos días en Valladolid me produjo mucha nostalgia, no me reconocí en ella, no me sentí igual. Ya no era ese niño o adolescente que pasaba los veranos y navidades en Pucela, visitando a la familia. Y esa ciudad, calles y gentes que tanto han contribuido a formar el ser que eres, han evolucionado, cambiado, mutado y ahora son ya otra cosa.

Y con esta experiencia, en cierto modo algo descolocadora, nos bajamos al sur, al calorcito, un poco con la guardia en alto.

Y de mi estancia en el pueblo, y en Sevilla, me gustaría hablaros de una calle, una memoria y una inauguración.

“Pescadería” en una calle que permanece intacta en mi memoria. El tiempo de los billares en el Albanta y el Copete, o el Templo, aquella discoteca que se petaba los domingos; los jueves un café en el Jose Luís, los tequilas en el Rey de Copas. En aquellos metros viví gran parte de las semanas de mi juventud, y ahora sólo permanecen como espectros del pasado.

La vida y agitación de aquella zona quedó mermada y ahora parece revitalizarse de nuevo, sobretodo con dos negocios que ojalá actúen como la avanzadilla, la vanguardia que tire del carro para que aparezcan muchos otros.

Son el Gastrogón y una librería a cuya inauguración tuve el honor de acudir: Término.

El primero está consolidado, la segunda acaba de echar a volar.

Acudí a Gastrogón por primera vez en Junio de 2014, la última vez que estuve en Alcalá, movido por dos razones. Una que el Teto, mi vecino del que sabía le gustaba el buen comer, na más que sabía poner en facebook lo cañero que era el nuevo restaurante de su colega Gonzalo. Y dos que yo mismo concía a Gonzalo. Siempre recordaré aquellas lonchas de chopped empanado que gozábamos en los campamentos.

Tenía dos o tres mesas fuera y tengo que decir que comí excelente.

Dos años después, aquella tres modestas mesas se han convertido en una docena, todas con el cartel de Reservado sobre ellas. No hay mayor halago y pista que esa para saber donde acontece el buen comer.

La segunda vez, tengo que decir, también comí excelente. Dos de dos.

Está siendo un éxito, y seguro que el camino ha sido duro, por eso yo aplaudo a esa Taberna Gastronómica, si se me permite la etiqueta, y a la valentía que supone su innovación.

Un poco más abajo ha abierto Término, la librería. Unas paredes que han nacido con la ambición de convertirse en la casa y el refugio de los amantes de los libros, ofreciendo además de buenas letras, vinos y cervezas de la tierra.

Término ha emprendido vuelo con la sofisticación de la polivalencia y tiene muy buenos ingredientes para que se convierta en aquello a lo que aspira.

También conozco a los autores detrás de ella. Uno de ellos fue con quién inicié ese otro periplo, aún inconcluso, porque los periplos para ser periplos tienen que acabar siempre en un retorno como la misma definición de la palabra prescribe, cuando nos mudamos a Londres.

Ellos son Antonio y Mariano, representantes de dos mundos alcalareños, de distintas latitudes, centro y periferia, que han confluido para crear un espacio en el que encontrar y descubrir los libros que queremos.

Un arquitecto y un filósofo. Toma ya. No me diréis que no tiene buena pinta.

Todo lo que pueda decir de ellos es poco, y me consta que muchos de los que a lo mejor leen esto los conocen y no podrán sino estar de acuerdo.

Y porque son amigos, y porque son buenos y porque me ilusiona la idea que tienen de su negocio, y me la creo, quiero utilizar esta tribuna para pediros algo.

Que les demos un empujoncito, porque todos los empezares necesitan de ese pequeño “empujoncito”

Usen el negocio de cercanía. Gasten, cuando quieran un libro, en un lugar regido por un vecino y no por una oscura multinacional ubicada en un país lejano, o sepan esperarse cuando atrapados por las trampas del marketing y la sugestión al consumismo, de repente se les antoje un libro y quieran adquirirlo al golpe de un click, y espérense un día a lo sumo, para tenerlo en sus manos.

Déjense embrujar por ellos, porque les van a saber recomendar, abrir mundos nuevos, sorprenderles y en definitiva ofrecerle algo que yo, como casi ya un extranjero, siempre he echado de menos en mi pueblo, que es una oferta cultural de calidad; en este caso orquestada en forma de librería y no lo olviden, todo regado con finos brebajes de la tierra.

Aquella Calle Pescadería de mi adolescencia ya nunca jamás existirá, como tampoco existe ya la calle de mi abuela allá en Valladolid. Pero el pasado, pasado es y mejor dejarlo reposar. Ojalá esta nueva Calle Pescadería tome carrerilla y conquiste el futuro.

Gastrogón parece que ha arraigado, ahora le toca el turno a Término, y ya veremos lo que vendrá.

Está en nuestras manos, como vecinos, el hacer que estas iniciativas progresen y triunfen. Porque en el fondo es nuestra responsabilidad, de tener el pueblo que queremos y nos merezcamos. Y yo creo que por lo menos Alcalá se merece una librería.

Necesitamos que empresas como estas arranquen y se mantengan y que cunda el ejemplo.

Creo que merecen la pena. Confío en ellos. Y desde aquí, en Arrecife, cumplido este periplo por “mis tierras” retocando el presente artículo, recordando el sashimi de atún que me embelesó en Gastrogón o a punto de abrir “Yo sé por qué canta el pájaro enjaulado” uno de los libros que me llevé de Término, les preguntó a ustedes

¿Vamos o no vamos a darles ese empujoncito?

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