Opinión - 17/05/2013
"Cuidado con el hueco". Álvaro Plaza
Autor:
Álvaro Plaza

Hace no mucho tuve una de esas epifanías que espolean a tu conocimiento vital para que avance, una lección de humildad en toda regla. Fue al bajar de un metro y casi una desgracia me hizo consciente de lo estúpido que había sido durante los últimos cuatro años y medio riéndome de los ingleses y su insufrible tendencia a ponerse la tirita antes de la herida.

Si, porque desde que pisas a la pérfida Albión, te das cuenta de la necesidad de estos por avisarte de cada uno de los miles de peligros con los que la vida de ciudad en el siglo XXI te acecha. Londres, sus calles, casas, edificios públicos, transportes, está plagado de indicaciones, pegatinas y señales para que no te rompas la crisma, no te atropelle un coche, no te electrocutes o no te roben la cartera.

Uno no puede sino irritarse por la batería de regulaciones de la “Health and safety policy” que es como la regulación de riesgos laborales patria, pero llevada a todo los terrenos de la vida; vamos, que hay una regulación de health and safety hasta para usar el secador de pelo. 

Son tan pesados con las regulaciones que hasta han conseguido que una se haga lo suficientemente celebérrima como para aparecer en camisetas y souvenires. Es el hartible “Mind the gap” que podría traducirse como “cuidado con el hueco”. Digo hartible porque en cada una de las estaciones en la que el convoy del metro se detenga para la carga y descarga de ganado humano, la megafonía advertirá en más de una ocasión que tengáis cuidado al subir o al bajar con el hueco y es por eso que el “Mind the gap” se ha entronado como una de las señas distintivas de Londres,  a la altura de los Big Ben, Buckingham y Trafalgar Square.

Yo desde que pisé suelo inglés no me he dejado de mofar de ese “mind the gap” de los demonios y cómo de exagerados son los chicos estos de las islas, cuando el hueco entre el metro y el andén nunca sobrepasa los tres centímetros, dando por imposible cualquier tipo de accidente. Y tan ricamente me he estado metiendo con ellos todos estos años... hasta el otro día.   

Porque el otro día, haciendo trasbordo en Picadilly estuve a punto de perder una pierna, rompérmela, joderme el menisco o cualquiera de las desgracias que me podrían haber sucedido si no corrijo la trayectoria de mi bajada al andén en el último suspiro.

Y es que esos tres minúsculos y ridículos centímetros que separan al tren del andén, cuando la estación hace curva, en los extremos se convierten por arte de magia en algo así como medio metro, hueco suficiente incluso como para que pase una persona, una persona canija, pero persona. Y es que mis estudios de los “Elementos” de Euclides, el fundador de la geometría, en quinto de carrera me debieron hacer sospechar que un tren de vagones rígidos en una curva no pueden sino dejar un gran hueco entre estos y el anden.

“Hablar es muy fácil” es eso lo que aprendí justamente ese día que casi me desgracio en el metro. Y es que normalmente tenemos la tendencia de criticar, despotricar, y esgrimir veredictos tajantes sobre asuntos en la que en la mayoría de los casos no tenemos ni siquiera la mínima información necesaria para esbozar una simple opinión.

Yo un españolito inmigrado, con toda mis sabiduría, pensaba que sabía mejor que los ingleses que llevan ciento cincuenta años gobernando el metro el como prevenir a sus usuarios de los peligros de éste, y es que a pesar de todas las reiterantes advertencias sólo el año pasado se reportaron 4000 accidentes, unos once al día.

Ahora entiendo el machacón “Mind the gap” y me estoy comiendo con papas todas esas palabras que durante cuatro años y medio he ido soltando por esta boquita.

Así que con la barriga llena de mis propios improperios no voy a cometer el mismo error con el incidente que recientemente ha ocurrido en nuestro gobierno local.

Mi “yo” antes de esta revelación en el metro de Londres llevaría ya un rato despotricando del consistorio y sus integrantes por la dantesca imagen ofrecida en el episodio de “me-voy-pero-ahora -no-me-voy” y estaría casi que responsabilizando al alcalde y sus séquitos, a Laura, a todo el PSOE y al final a todos los políticos del mundo de una hipotética tercera guerra mundial que ni siquiera  todavía ha acontecido.

Mi nuevo “yo” es mucho más comedido. Y se atreve a decir que el episodio “me-voy-pero-ahora-no-me-voy” es cuanto menos antiestético y que inevitablemente siembra algunas sospechas que el tiempo obrará en confirmar o desmentir.

Ojalá Laura consiga realizar esos cambios por los que estuvo a punto de largarse de su formación y que doy por seguro que ella piensa mejorarán el gobierno de nuestra localidad.

Ojalá Alcalá tenga algún día un gobierno transparente y que ponga a nuestra ciudad en la vanguardia.

Materia prima hay para ello, para hacer que nuestro pueblo reluzca y se convierta en modelo y no permitir que descarrile y se descalabre por el hueco. 

Así que a nuestros políticos locales, por favor:

“MIND THE GAP”

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