Opinión - 03/06/2013
"Trescientos y tantos días de esperanza". Álvaro Plaza
Autor:
Álvaro Plaza

Estamos de aniversario. Trescientos y tantos días de Guadaíra Información en la calle, o en las tablets sería más ajustado decir. Trescientos y tantos días donde se ha intentado estar, en palabras de su director, "al servicio de Alcalá y sus ciudadanos". 

Y desde aquí nos alegramos que las embestidas de la crisis no hayan dilapidado este proyecto plural e independiente. Y es la independencia propiamente dicha de la que quería yo hablar.

No voy a descubrir yo aquí el papel que los medios de comunicación, empezando por la prensa escrita, han venido desarrollando en las sociedades occidentales. Ya desde muy temprano, en sus albores, el escritor, político y filósofo Edmund Burke atinó a llamarla "the fourth estate" o el "cuarto poder". Luego la radio y la televisión vinieron a unirse a los periódicos y revistas con el bondadoso objetivo de informar a la opinión pública.

En algún momento en su niñez los teóricos desenvainarían los sables conceptuales con el fin de determinar la naturaleza del periodismo mismo. Algunos dirán que perseguirán el objetivismo, el presentar la noticia como el hecho ocurrido, y valorar la pureza y desnudez -de opiniones, de intoxicaciones, de intereses- como la expresión máxima de la verdad; otros vienen a decirle a estos puritanos que eso no es posible, que si acaso como dijo el loco alemán Nietzsche "no hay verdad, sino interpretaciones" y que en la redacción de las noticias uno no puede sustraerse a sus propios prejuicios, ideologías, y demás pátinas perturbadoras. 

Y aunque información y opinión son dos extremos de una cuerda en constante tensión ya en la etapa madura de los medios de comunicación se alcanzó un concierto de lo que uno y otro significan y se firmó un armisticio que como todos los armisticios no dejó contento a nadie. Hoy en día, en cambio, los medios de comunicación, el periodismo mismo, sufren de una enfermedad que si acaso no mortal, sí crónica y viral, ya que se está extendiendo por el mundo entero, un trastorno que nos deja un poco más desamparados ante los "poderes" y los "poderosos", contra los que precisamente en su nacimiento como prensa los medios de comunicación se propusieron vigilar y en cierto modo contrarrestar. 

Vivimos en tiempos tenebrosos, y no parece que haya ningún fantasma recorriendo Europa, y en estos tiempos de crisis y incertidumbres, se está consumando un hecho que por desapercibido no es menos peligroso. No es otro que la concentración de los medios de comunicación. Y a uno le queda la sensación que estos se dirigen inexorablemente a convertirse en grandes amplificadores de intereses que cada vez están menos ocultos, porque ya cada vez nos parece más normal que dependiendo de la empresa que a uno le pague se den unas u otras informaciones.

Hace poco aquí en Londres se ha montado un revuelo informativo que ha dado la vuelta al mundo porque dos colgados hayan degollado a un pobre diablo que por mal vino a cruzarse en su camino. "Ataque terrorista", ese es el titular con el que durante una semana se ha ido martilleando los hogares británicos en cada informativo. Sin obviar las características especiales de este crimen, no difiere mucho de los tres niños asesinados al salir del colegio la semana pasada, el tiroteo de no sé qué joven en no sé cual discoteca y así todos los etcéteras que vienen a acaparar la portada del Evening Standart. Londres es una ciudad de nueve millones de habitantes donde se hablan más de doscientos idiomas, cada semana por desgracia pasa algo. Y uno ha de aprender a vivir con eso, como aprendemos a vivir que cada vez que montamos en coche compramos algunas probabilidades de sufrir un accidente y no por ello nos montamos menos en ellos.

Ataque terrorista, a cerrar más las fronteras, a destinar menos ayuda a los países en desarrollo, a vigilar un poco más las calles, a elaborar leyes que permitan al gobierno a inmiscuirse más en tu privacidad. El terror no lo provocaron esos dos descerebrados machete en ristre, el terror lo han provocado una cobertura insaciable del episodio en cuestión. Y lo grave del asunto ha pasado de puntillas, porque los medios aquí y en el mundo entero se han interrogado poco y mal sobre qué demonios ha podido suceder en una sociedad para que un chico aparentemente jovial, hijo de  inmigrantes nigerianos y católicos, se convierta al Islam y clame venganza contra el estado que lo vio nacer por invadir la tierra natal en la que ni por herencia ni por nacimiento pertenece, asesinando cruelmente a un joven de la misma edad a machetazos en medio de la calle en un barrio que por normal es anodino, una mañana de Mayo.

Los medios, muchos, viven esclavos entre la necesidad del beneficio inmediato y los intereses del conglomerado que en ese momento acumule mayor número de sus acciones. Y si esto no es una realidad, porque yo peco de catastrofista, al menos admítanme que es una tendencia. 

Así que en mi opinión, estaría de más, los medios tradicionales de comunicación están de tan enfermos terminales, porque más que portales de noticias cada vez se parecen más a concertadas campañas de marqueting. La independencia se está barriendo de las redacciones como se quita el molesto polvo.

Pero hay una cura, una medicina. La que encarnan pequeños medios como éste, o aquellos periodistas hartos de ejercer el dictado que se tiran a la calle y montan su pequeño tinglado. En la atomización de los medios atisbo yo la esperanza, porque estos son menos controlables debido sobre todo a su número creciente, se deben menos a sus patrocinadores, porque claro la charcutería de la esquina, o el almacén de colchones del pueblo vecino no van a querer imponer una línea editorial y son por lo general más libres, o al menos sólo esclavos de ellos mismos.

El papel de estos pequeños periódicos digitales es mucho más relevante del que en un principio pudiera parecer y yo me siento muy orgulloso de colaborar humildemente en este proyecto que pretende mantener informado a su pueblo, de las cosas que por ahí pasan, con una mirada discreta y lo más limpia posible. Y de participar de esa esperanza, de la esperanza de que aún hay resquicios donde los poderosos no atinan a llegar. De participar en la esperanza de que todavía se puede ser libre.

Por eso y más: ¡¡¡Felicidades Guadaíra Información!!!!

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