Opinión - 07/01/2014
"140 euros". Álvaro Plaza.
Autor:
Álvaro Plaza

Un pueblo se mide, también, por los críos que corren por sus calles. ¿Van de la mano de los papas, o andan sueltos y en manadas? ¿Juegan en parques o en la calle? ¿Tiene bicis y monopatines y patinetes o son más de dos piedras y un balón? Yo prometería que se podría medir la salud de una ciudad por los decibelios del griterío de los niños. Todas esas estadísticas que silencian el latido de un pueblo en categorías difusas, inventadas para clasificar el nivel de vida, no valen para nada si las confrontas con el ruido de un barrio rebosando de críos por todos sus rincones.

Los niños son ruido que alimentan las ciudades, las calles, las casas... el mundo.

Mi tío Fede me llevó una vez al castillo. Recuerdo fogonazos. El calor que hacía y mis playmobils. Ahí dando saltos imaginándome no sé qué, quizás una de barcos y piratas, o de princesas y dragones o de invasores espaciales... una de esas seguro. Me lo pasé de miedo. Yo no por qué todavía no se ha montado en el castillo de Alcalá un centro de juegos permanente, donde se hicieran teatros, talleres, conciertos, gincanas, cuentacuentos, gimnasia... un gigantesco espacio lúdico, como en el argot de hoy se diría, con la incomparable protección mágica de sus muros. Seguro que algún historiador se opondría vehementemente aduciendo el valor de la “conservación”. Y muchos se le sumarían. No digo yo que no lo hiciera, depende de cómo se montara y quién lo llevara. Para que un chapuzas o dos o tres o siete, primos o amigos, monten dos coches locos y una churrería y cobre en la puerta y se lo lleve calentito, mejor que los muros se queden como estén, con unos conciertitos y veladas de vez en cuando.

Los niños son un pueblo. Su futuro. Eso lo sabe todo el mundo.

El día 6 de Enero lo celebramos. Ese día les dejamos llevar las riendas. A unos niños se les atiborrará de cosas que de tantas ni necesitan ni disfrutan y otros se conformarán con muñecas de trapo. Aunque todos, todos, rebañarán algunos caramelos.

Los Reyes Magos siempre molan. Y desde aquí un saludo y un guiño a todos aquellos que hacen posible la Cabalgata, gracias a sus ilusiones, disputas, alegrías y ganas, a los niños se les garantizan  al menos los caramelos.

Porque los caramelos son un derecho.

Como lo deberían ser las vacunas.

Y parece ser que no lo son, no todas. Quizás no en Alcalá. Las comunidades autónomas a veces tienen distinta palabra en estos asuntos. Pero aquí en Canarias sí. Un par de vacunas no las costea la seguridad social y hay que rascarse el bolsillo. Cuestan unos 140 euros juntas.

Las razones de por qué no se incluyen se me escapan; a lo mejor no son “estrictamente” necesarias. Muy bien. No sugieran ponerlas y provéanlas en caso de que una familia las quiera, pero no las vendan a 140 euros y las sugieran porque el que las pueda pagar, ole sus huevos, pero... ¿y el que no? Ya se sabe que hay familias que tiran con cuatrocientos euros y ya empieza a haber muchas que tiran sin nada. La recta razón diría que en una situación así nadie se mete a tener niños, pero claro, la vida es la vida, la cama está muy rica y como dicen las abuelas: esas cosas pasan. Encima Gallardón y su ley se van a cerciorar de ello, por si las moscas. También sería gracioso saber cuánto le cuestan a las farmacéuticas fabricarlas y distribuirlas y cuanta ganancia neta les producen esos 70 euros la dosis. Quién sabe si de mi bolsillo no han ido a parar 35 euros limpitos sólo a los de las batas blancas. Sería un dato curioso de saber. Y me da igual que haya sido el PSOE o el PP o el gobierno central, el autonómico, el de antes o el de después el que haya quitado esas dos vacunas o nunca las haya puesto en el calendario.

No todos partimos con las mismas posibilidades, hay que garantizar unos mínimos. Porque cuando tu pones dos recién nacidos uno junto al otro, no hay diferencias. A unos le toca una familia que conduce un Mercedes, la mayoría son amados y a algunos sus madres nos les han querido ni siquiera parir. Hemos construido un mundo donde hay muchas diferencias dependiendo de que teta sea la que mames, pero en le fondo, todos somos los mismos, al menos igual de puros al nacer. Hay unas cosas más básicas que otras.

Y las vacunas son una de esas cosas básicas. La sanidad, en general.

Y como los Reyes han pasado, brindo porque los niños sigan teniendo caramelos, la sonrisa que cada cinco de diciembre se les graba en la cara es un milagro en sí mismo. Y brindo por el deseo de que ojalá les eduquemos mejor, para que cuando nos gobiernen sepan lo que están haciendo, que aprendan que un pueblo también se mide por los niños que corren por sus calles a los que no se les puede separar desde el principio con cadenas de ciento cuarenta euros.

 Feliz Reyes Magos a Todos.

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