Opinión - 11/11/2014
"Mariposas cargadas de cadenas". Álvaro Plaza
Autor:
Álvaro Plaza

Tocaba el alba, cuando el sol despunta perezoso en el horizonte. Se levanta y se lleva la mano a la baja espalda, tantas horas de pie pasan factura. Tiene apenas tiempo de hervir algo de leche. “Quizás pueda dar un escobonazo antes de que los niños se levanten”, piensa. Mientras se da cuenta de que está demasiado cansada para ello ya ha limpiado media casa. El marido se levanta. Barrunta un buenos días. Es un buen hombre, desgastado de tanto varear y cargar sacos, con demasiados vinos a cuestas. El médico del patrón le ha dicho que está como un roble, que pronto podrá volver a la faena. Todos saben que el médico miente, casi apenas se puede tener en pie y solo saca energía para entregar su alma a una esquina de la tasca, esperando que algún compadre le invite. Los dos pequeños se levantan, ya se les oye al final de la casa. La mayor la tiene ya colocada, se acaba de casar. Pero los pequeños tienen la vida por delante. Prepara las tazas, sirve la leche y raciona sobre un plato las galletas de su tía que ya quedan pocas. Se sienta. En media hora tiene que tirar para la fábrica. Tras diez años deshuesando, ha ocurrido algo que aunque los curas lo llamen milagro, sabe que para ellos va a ser una desgracia. Ella creía que con su edad esas cosas ya no pasaban, pero debió poner más cuidados. Son dos faltas y no hace falta que nadie le diga lo que pasa en sus entrañas. ¿Y ahora quién va a mantener a su familia? Mira al marido que penosamente moja una galleta en la leche, y como un poco de líquido se le derrama por la boca. Los niños comen ávidos y por unos minutos quedan callados. Y en eso que se acuerda de la letra de la canción

 

                                               ¡Pobrecillo del que es pobre

                                               y come por manita ajena!

                                               Siempre mirando a la cara,

                                               si la ponen mala o buena.

 

Aceituneras. Mujeres andaluzas, muchas alcalareñas. Me he tomado la licencia poética, peor o mejor lograda, de escribir un episodio, una anécdota de lo que podría ser un momento en la vida de una de estas mujeres. Muchos de ustedes les pueden preguntar a sus madres y abuelas.

Hace poco me topé con la metáfora con la que Santa Teresa describía a las mujeres, las llamaba “aquellas mariposas cargadas de cadenas”. Que formidable imagen para dar cuenta de la situación de la mujer en la historia. Esas cadenas son ese machismo del que penosamente aún hoy no nos hemos liberado.

Como buena muestra de ello las declaraciones de la presidenta del Círculo de Empresarios que se pueden resumir en esa conclusión tan abyecta de “como una mujer quede embarazada tenemos un problema”.

¿Por qué cuando una mujer se queda embarazada es un problema? Supongo que será la baja maternal, quizás el posible desafecto hacia el trabajo porque tus horas se ocupan con un pequeño ser que requiere mucho de ti, la ley de discriminación positiva que obliga a mantenerlas en el puesto de trabajo y en muchos casos facilitar esa entelequia de la “conciliación”. Añadió perlas como que si se quiere triunfar en los negocios o una se casa con un funcionario o con un marido al que le gusten mucho los niños y luego para más inri expuso sus prácticas de contratación laboral, eso de que o antes de los veinticinco o después de la cuarentena, que no vaya a ser que los demás quieran tener hijos.

A mí me gustaría decirle a la señora Oriol que a pesar de personajes como ella, con poder e influencia, el mundo avanza, a trancas y barrancas, pero avanza. Que a pesar de ella hoy muchas familias no entienden que eso del embarazo y la crianza sea algo exclusivamente de las mujeres, que la responsabilidad de criar a los hijos es una aventura compartida y que obviamente cualquier persona que desee retoños, independientemente de su sexo, encontrará más facilidades si su pareja también los desea y les gustan. Y que no hay que ser una empresaria de éxito para entender que cualquier actividad en la que se quiera progresar y conseguir altas cotas de éxito requiere sacrificios. Para llegar a cantar la traviatta en la Scala, para dirigir una compañía de seguratas, pegarle patadas a un balón o formar una familia sana y saludable. La vida son eso, elecciones.

Y que antes de dictar directrices a los departamentos de recursos humanos de su empresa para prescindir de la fuerza laboral de mujeres entre los 25 y los 45 no vaya a ser que les dé por tener descendencia, quizás debería ella que puede, implementar medidas inteligentes para precisamente desatar a las mujeres de esa absurda y dolorosa, en ocasiones, disyuntiva entre la vida familiar y la laboral. Podría empezar facilitando a los hombres que trabajan para ella y que también se quedan “embarazados” la posibilidad de acogerse a medias jornadas, extender la baja paternal, implementar horarios flexibles y darles la oportunidad a las familias de veras para que decidan qué parte va a ocuparse más de los niños; precisamente opiniones y prácticas como las de la señora Oriol son la raíz del problema. 

Porque no todos tienen la posibilidad de rodearse de sirvientas, cuidadores y demás ayudas para que le críen los retoños mientras una se hace millonaria. Porque esta señora no nació pobre.

Y ojo con ese machismo, que además esconde otras enfermedades del patriarcado. Porque si a la señora Oriol le jode la baja maternal, le jode no poder despedir a una mujer que acaba de formar una familia, no sé si en sus círculos privados admitirá lo que le jode que tengamos derecho a las vacaciones, a las bajas laborales, a las indemnizaciones por despido, a las jubilaciones y a todos esos “privilegios” que una vez conseguimos fueran derechos; pero tiene pinta de ello.

Hace tan solo cuarenta o cincuenta años las mujeres de mi pueblo que se iban a deshuesar aceitunas y que encima se partían la espalda porque muchas de ellas eran las que sacaban la familia para adelante, no tenían muchos de esos derechos. Hoy gracias a dios sí. Pero a pesar de todo lo que hemos avanzado, a pesar de personajes como la señora Oriol, las mariposas siguen cargadas de cadenas.

Algún día libres volarán.

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