Opinión - 21/04/2014
"Un tranvía llamado deseo". Álvaro Plaza
Autor:
Álvaro Plaza
En España han quedado en los últimos años demasiados símbolos de esta era del despilfarro y el sinsentido, toda nuestra cartografía está inundada de espacios vacíos o en desuso. Obras faraónicas por otro lado, vaya que no son casetas de perros.

Tenemos hoteles a medio construir, urbanizaciones fantasmas que contribuyen al récord  de casi tres millones y medio de viviendas vacías, radiales que van a quedar para que las cabras pasten porque por allí apenas se ven coches y el colmo del esperpento con Huesca, Ciudad Real y Castellón en la cima, con flamantes aeropuertos para el aterrizaje de moscas.

Cientos sino miles de millones de euros, esos que ahora escatimamos en educación y salud. La ambición de políticos de medio pelo, empresarios ávidos de beneficios a corto plazo y una turba de currantes deseosos de comprarse un flamante audi A3 coupé a plazos. Todo ese ladrillo, cemento y hormigón sirvió a sus intereses durante muchos años y muy pocos supieron advertir la catástrofe que se nos avecinaba. Ya sabéis el cuento, pasara lo que pasara España iba bien. Los poco que lo vaticinaron se les negaban los micrófonos o se les tildaba de aguafiestas, con lo bonita que estaba quedando la patria y toda la gente feliz con sus hipotecas millonarias y viajes a la Rivera Maya.

Alcalá por supuesto no se libra de esa entrada triunfal de España en el siglo XXI. Ahí tenemos los railes medio arrancados de ese tranvía que nos catapultaría al mañana y que estaba previsto inaugurarse en 2012 si no me equivoco. Dos años después leo en Guadaíra Información que Globalvía se ha hecho con la concesión de Metro Sevilla y que está valorando la posibilidad de rematar la faena.

Nunca mejor dicho, faena.

Porque eso suena a globo sonda, a ver si una declaración de intenciones deja un par de carteras abiertas.

Soy un defensor del transporte público a ultranza. Es una sinrazón que con los niveles de contaminación reinantes y la galopante escasez de recursos en el planeta todavía se entienda como un éxito el aumento en las ventas de coches, basureros rodantes de petróleo y acero. Soy defensor del transporte público no sólo por razones de hippie come hierba, una buena red no sólo nos ahorraría dinero, individual y colectivamente, sino que tendríamos la oportunidad de disfrutar del tiempo que le dedicamos a la conducción, a los atascos y a encontrar aparcamiento, a la lectura, a la conversación o al oír música. Pero sólo lo defiendo si éste es eficaz y de veras responde a las necesidades de los ciudadanos; sino el transporte público sólo queda como depositario de nuestras frustraciones, como bien experimenté en mis carnes tras cinco años de viajecitos en bus a la Universidad.

Para que el transporte público sea exitoso debe obedecer a un plan, debe llevar parejo una voluntad política a largo plazo, debe tener en cuenta el esfuerzo y la paciencia que se requiere para educarnos de nuevo, para que entendamos que eso de ir a comprar el pan en coche a la vuelta de la esquina es un atentado contra la razón, el medioambiente y nuestros conciudadanos. Debe ser firme y consensuado y prever que los resultados no se darán de la noche a la mañana.

Así que antes de que nos pidan rascarnos los bolsillos y de poner sobre la mesa otro buen fajo de millones no estaría de más darle una repensadita al asunto. Porque no está el horno para bollos.

¿De verdad Alcalá necesita esa linea de tranvía?

Eso es la pregunta que como pueblo estamos obligados a contestar. ¿Estamos dispuestos a cambiar nuestras actitudes y costumbres? Lo que parece claro es que tarde o temprano el actual sistema colapsará, no sé si en los próximos veinte años o en los cincuenta, pero dudo que la tierra nos deje mantener el ritmo de derroche que a duras penas se sustenta y una red sensata, cabal y eficiente de transporte público es sin duda una apuesta de futuro. ¿Pero es eso lo que realmente nos ofrecen?

No habría nada más triste que tras reponer los raíles arrancados, fletar tranvías, y confeccionar uniformes nuevos veamos deambular vagones desangelados. Su éxito depende de nosotros y de que les exijamos a los que con nuestro voto deciden que, por favor, no hagan otra chapuza para ir a cortar una cinta y salir en la foto. Tenemos un álbum muy grueso confeccionado con ellas.

Hace años que no vivo en el pueblo, sería irresponsable por mi parte aventurar desde aquí si de veras Alcalá necesita o no el tranvía. No obstante es algo que me tendrá en lo sucesivo muy atento. Lo máximo que puedo expresar es un deseo. Ojalá que sí. Ojalá la tengamos y ojalá la usemos. Y ojalá este artículo contribuya a generar un debate entre los vecinos, un debate cuya pregunta de fondo es hora que ya nos la tomemos en serio ¿Qué demonios de ciudad queremos?

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