Opinión - 05/04/2016
"Asiático XXIX". Paco Pérez
Autor:
Francisco Pérez Caballero
Kowloon Walled City

Cómo me gusta Hong Kong, de verdad, qué sitio más interesante. Es difícil definirlo en un solo adjetivo, por supuesto, no sólo es interesante, cuando pienso en Hong Kong pienso en Nathan Road, que es una de las avenidas importantes de Kowloon y en todas sus bocacalles. Las bocas de metro con el logo rojo redondo con un signo blanco que parece un carácter chino, pero en realidad es la silueta del logo del Metro de Londres, cortado por la mitad y reflejado. El hormiguero constante, de día y de noche, de gente de todo tipo arriba y abajo, occidentales muy enchaquetados que tiene sus off-shore businesses allí, caminando deprisa mientras hablan aparentemente solos (llevan un bluetooth en la oreja), repartidores hongkonitas, casi ancianos, con chanclas y los pantalones arremangados, moviendo carritos con todo tipo de cajas encima, desde última tecnología hasta calamares recién cocidos humeando su fétido olor, aunque de sabor están buenísimos, cientos, miles de carteles, la mayoría de neón, anunciando todo lo que se puede comprar en las bocacalles de Kowloon, es decir, todo, desde una varita de incienso hasta un AK47 de contrabando, teléfonos móviles, tablets, cámaras, camarones y lagartos secos para las sopas, drones, masajes para los pies, ropa, hay sastres hindúes y nepalíes por todos lados, Rolex de imitación, hostales a doscientos cincuenta Hong Kong dollars la noche, los taxis rojos Toyota Crown con el volante a la derecha, circulan por la izquierda porque han sido colonia inglesa durante doscientos años…..

Tal como yo lo vivo, Hong Kong tiene tres partes, la isla de Hong Kong a la que todo el mundo llama Central (Zhonghuan en chino), las islas alrededor y la parte peninsular que todo el mundo llama Kowloon o Nuevos Territorios. Y a todo le tengo cariño. En cada uno de los sitios me siento a gusto por un motivo u otro. Hay una isla en la que no se permiten vehículos a motor. En esa isla hay silencio. Y perros. Hay otra en la que está el famoso buda sentado arriba de la montaña, la isla de Lantau, justo al lado de donde amarra el ferry hay una playita y un par de hoteles pequeños y agradables.

En Kowloon había una manzana de edificios que se llamaba cheng zhai, la ciudad amurallada, aunque el zhai también puede significar fuerte militar, que es lo que comenzó siendo, pero nadie la conoce por ese otro nombre. Esa manzana medía más o menos como el Parque Centro, doscientos veinte por ciento veinte metros y vivían ahí cincuenta mil personas a principio de los noventa. No me lo estoy inventando, cincuenta mil personas metidas en quinientos edificios de catorce plantas. Y no siguieron haciéndolos más altos porque por aquel entonces el aeropuerto estaba cerca y los aviones aterrizaban justo pasando sobre el piso catorce. A pesar de que todo eso es una salvajada, ilustra bien esa faceta del perfil del hongkonita. Siempre han tenido poco espacio y poco dinero, así que vivir en cuatro metros cuadrados forma parte de sus opciones posibles. Sé de gente que se crió allí y que lo recuerda con verdadero cariño. Cuentan que los dentistas más baratos se encontraban allí. Solamente veían la luz del sol los que vivían en los laterales o en el piso catorce, los otros cuarenta y cinco mil siempre con fluorescentes. Los cables los tenían todos por fuera de los muros para que se había un incendio se pudieran apagar con facilidad. Mil cosas, una locura….

En el año noventa y tres comenzaron a demolerlo y terminaron en el noventa y cuatro, un año entero.

Ahora hay allí un parque de árboles, casitas chinas de tejados rizados, paz y tranquilidad. El año pasado estuve en un parque que hay justo al lado y no me enteré de la historia de la cheng zhai hasta poco después. La próxima vez que vaya me doy un paseo por allí, seguro.

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